Primero descubro que
soy responsable de mi vida y no puedo echar la culpa a nadie de lo que me
sucede y ahora resulta que la ansiedad, esa montaña rusa de emociones, esa piedra
que se mete en tu zapato que no mata pero da la lata… ¡no es nada!, es un pequeño
problemilla que nos montamos en la cabeza nosotros mismos y que si te gana
terreno es ¡porque quieres! … esto ya es el colmo, que se pare el mundo que me
bajo…
Mientras frena y no
frena la bola esta en la que vamos girando enterándonos parece ser que de muy
poco, voy a investigar.
Todo empieza con un síntoma
físico, la mente lo identifica como un peligro y trata de defenderse o huir.
Defenderse debilita, huir es evitación, paraliza, vas mal.
El problema no es el
síntoma, es la mente, la solución será entonces identificar nuestros pensamientos
saliendo del modo piloto automático y cortar la espiral.
Ya tenemos la teoría,
vamos a la práctica.
Imagina que hay una
escalera, tu ansiedad y tú estáis abajo, hay oscuridad, arriba está lo que
quieres en tu vida, hay claridad.
Vas a subir si o si ¡que
sólo es una escalera!, de cosas peores has salido, da pequeños pasos, afronta,
persiste, agárrate a la barandilla si lo necesitas, permítete tener un mal día,
tropezar, caer y volver a empezar. Si la ansiedad se empeña en subir contigo no
le hagas caso, tú a lo tuyo, distráete, ponte música, repite un mantra, repasa
la lista de la compra o la de los reyes Godos, date tiempo, hace mucho que la
ansiedad se instaló en tu vida, no pretendas que desaparezca de un plumazo.
Cuando llegues arriba
agradece, celebra, disfruta del paisaje, aprende la lección porque vino a enseñarte
algo que tú no sabías ver, porque no te escuchas, porque no te valoras, porque
te han dicho que quererte es de egoistas y te lo has creido.Por favor, no cojas
el ascensor para bajar, sigue practicando, la escalera ahora es tu amiga, sonríe
y sigue adelante.
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