martes, 26 de febrero de 2019

COMO LA VIDA MISMA: ¿PARA QUÉ SIRVE ESTUDIAR EGIPCIO?

Resultado de imagen de ESTUDIAR ESCRITURA EGIPCIA

Desde que hace unos meses comencé a estudiar egipcio jeroglífico, once de cada diez personas a las que se lo he contado me han preguntado ¿para qué sirve eso? Mucho se podría decir sobre ello, pero hoy me voy a centrar en una enseñanza que Raúl, mi profesor, me impartió el primer día de clase: existen varias formas correctas de escribir lo mismo. Por ejemplo, el epíteto “verdadero de voz” o “justificado”, que se utiliza junto al nombre de los difuntos como si fuera nuestro “que en paz descanse”, se puede encontrar escrito en los muros o en los papiros egipcios con siete, cuatro, tres o solo dos signos jeroglíficos, dependiendo de si a los dos signos trilíteros (que equivalen a tres signos monolíteros, es decir, que con un solo signo expresan 3 sonidos) los acompañan o no complementos fonéticos y determinativos semánticos. Además, los jeroglifos se puede leer de izquierda a derecha o al contrario dependiendo de la orientación de las figuras, por lo que se pueden disponer en ambas direcciones. No hay una única forma de escribirlo, ni una manera es mejor que la otra, y en todos los casos se pronuncia igual y significa lo mismo. Esto no más que una expresión de la forma de pensamiento de los egipcios, que admite distintos caminos para llegar a la verdad.

A primera vista parece que eso no tiene relación con nuestras vidas, pero basta un poco de observación para darnos cuenta de hasta qué punto choca con nuestro convencimiento habitual de que el sistema de valores al que nos hemos adherido y guardamos lealtad es “el correcto”, de lo que se deduce que quienes no lo comparten viven en el error o actúan de forma inapropiada, lo cual a veces se llega a interpretar casi como un ataque personal. Parafraseando la letra de la canción de Fangoria, “su circunstancia nos insulta” o, al menos, nos molesta.

En último extremo, esa actitud puede llevar a la violencia, a la descalificación, a la crítica destructiva, a la mofa… Sólo hay que echar un vistazo a las redes sociales y ver qué barbaridades se dicen del seguidor de otra religión, otras ideas políticas, otro tipo de alimentación o vestimenta, ¡hasta otro equipo de fútbol!, para darse cuenta de hasta qué punto estas conductas están arraigadas en nuestra sociedad. Incluso existe un término: “hater”, que significa “odiador”, para referirse a quienes muestran esos comportamientos en internet.

Pero más sutil puede ser cuando, como muestra de nuestra “apertura mental”, intentamos “comprender” a aquellos que según nuestro criterio están equivocados, y los “disculpamos” porque no piensan con claridad, les falta conocimiento, están condicionados por su educación o su entorno, tienen una voluntad débil… simplemente porque no se ajustan a nuestros estándares, creyendo que estamos siendo ecuánimes y generosos, cuando en realidad los estamos juzgando con condescendencia y desde una posición de superioridad.

Esa convicción de ser los propietarios y administradores únicos de la verdad nos lleva también a tratar de imponer nuestras creencias y pautas de comportamiento a nuestros seres queridos “por su bien” y “para ayudarles”, recurriendo incluso a la manipulación y el chantaje.

Volviendo al ejemplo, en egipcio jeroglífico hay varias formas correctas de escribir lo mismo, pero no todo vale, tiene que haber unas reglas para que los demás puedan descifrar lo que yo quiero transmitir con la escritura. De la misma manera que la piedra de toque de una expresión lingüística es la comunicación, pienso que ha de haber una “prueba del algodón” para comprobar si una forma de pensar o actuar es correcta o no. Tal vez pueda servir como criterio indicativo su motivación: si lo que hay de fondo es la honestidad personal y el amor pienso que es mucho más probable acertar que si son la conveniencia y el egoísmo.

Me gusta imaginar la plenitud del ser humano como un tesoro oculto por los piratas. Al nacer, cada uno se sitúa en un punto de la isla del tesoro y lleva inscrito en el corazón un trozo del mapa para encontrarlo, el que necesita para llegar al objetivo, pero el plano completo sólo lo tiene el Capitán. Para llegar al mismo sitio, el que está al norte tiene que ir hacia el sur, pero el que está al sur debe dirigirse al norte… y eso no indica que el tesoro no esté a medio camino entre ambos. A veces realizamos parte del recorrido en compañía de otras personas, lo que es agradable y nos da seguridad, pero no garantiza que no vayamos todos de cabeza al precipicio… por lo que cada uno debe seguir su propia senda, aunque se tenga que ir despidiendo de sus acompañantes y camine solo en algunos tramos. Para saber si vamos bien o nos hemos desviado solo hay que comprobar que seguimos las indicaciones del mapa: la sinceridad, el espíritu de servicio, la alegría, la satisfacción personal, la paz interior… Y la tolerancia, que pasa por no pretender que los demás se teletransporten al lugar donde estamos nosotros, que se fíen más de nuestro trozo de mapa que del suyo o que vayan siempre cogidos de nuestra mano, sino animarles a buscar el camino en su propio interior y respetar sus decisiones, presuponiendo que su criterio puede ser tan válido como el nuestro, aunque nos descuadre los esquemas. Las trayectorias personales pueden ser más rectas o sinuosas, pero todas son buenas si sirven para llegar a la felicidad.

Ana Cristina López Viñuela



3 comentarios:

  1. Cómo alienta este artículo la libertad personal para elegir el propio camino, el valor para dirigir la propia vida y el respeto por la libertad de los demás. Gracias por animarme a buscar mi tesoro.

    ResponderEliminar
  2. Yo procuro siempre seguir las indicaciones correctas de mi mapa particular pero estoy convencida de que el mapa de otros, aunque sea tan valido como el mío, no va en la dirección correcta.
    Muy buen artículo!!

    ResponderEliminar
  3. Me encanta la analogía del mapa. Me parece muy interesante la forma de leer de los egipcios, y cómo esta ilustra su pensamiento. Y muy importante lo de no "disculpar" a los que no piensan como nosotros, porque cada uno sólo tiene un pedazo de mapa y no debe haber un pensamiento único.
    Magnífica reflexión.

    ResponderEliminar

Tu comentario aparecerá una vez revisado por el moderador de la página. Gracias.