Cuando decimos que lo mejor
es enemigo de lo bueno, no sabemos hasta qué punto estamos hablando
literalmente. El Dr. Perfecto es un villano peor que Voldemort, Sauron, el
Joker y el Dr. Muerte juntos, el mayor contrincante del héroe que cada uno
llevamos dentro, que continuamente está saboteando nuestra felicidad.
Una de las más productiva
armas del Dr. Perfecto son las “gafas de visión gris”, que nos coloca delante
de los ojos para conseguir que lo “normal” nos parezca anodino y sin valor. Por
ejemplo, ¿qué hay más cotidiano que la puesta de sol? Sin embargo, recuerdo la
excursión para ver el atardecer desde el pueblo de Oía, que según no sé qué
revista de viajes era “el mejor del mundo”, durante la escala en Santorini del
crucero por las islas griegas. Después de un trayecto en autocar llegamos a un
bonito pueblo, atiborrado de turistas, donde nos amontonamos en un estrecho
pasillo para ver la puesta de sol sobre el mar. Lo curioso es que casi todos la
contemplábamos a través de la lente de la cámara o del móvil, y la mayor parte
estábamos de espaldas al espectáculo para sacarnos selfis. El sol sale y se
pone a diario, pero solemos pensar que si no he hecho un esfuerzo, ni he pagado
dinero, ni me he desplazado a propósito… el atardecer no puede ser tan
maravilloso. Eso lleva, por una parte, a despreciar muchas cosas bellas e
interesantes que nos tropezamos cada día y, por otra, a que nos defraude
aquello en lo que hemos depositado grandes expectativas. La única defensa
posible es estar presente en cada instante, para saborear con fruición los
pequeños placeres cotidianos.
Otro recurso del Dr.
Perfecto es la “pistola paralizante”, que hace que no emprendamos algo que nos
apetece por si acaso no somos capaces de llevarlo a cabo de forma impecable y
nos exponemos al fracaso o el ridículo. Si tenemos una pregunta y no la
formulamos por miedo a parecer ignorantes, los únicos que perdemos somos
nosotros, que nos quedaremos con la duda. Si tenemos ilusión por realizar un
proyecto, sea el que sea, y lo aparcamos porque igual somos muy mayores o muy
jóvenes, o lo mismo no resulta bien, o a ver si arriesgo lo que tengo por algo
que nunca voy a lograr… o cualquier otra razón del estilo, lo único que hacemos
es combatir contra nosotros mismos. Una victoria fácil del Dr. Perfecto. Por
eso, desde hace un tiempo mi marido y yo somos los amos de la pista de baile.
Algunas personas piensan que debe ser porque hemos ido a clases de bailes de
salón y nos sentimos muy seguros de hacerlo bien, pero la realidad es que no
recordamos la mayor parte de los pasos que aprendimos. Lo que sucede es que nos
hemos desinhibido y nos da exactamente igual hacerlo bien o mal, ¡y no sabéis
lo que libera dejarse llevar por el ritmo sin más! Os invito a permitiros
emprender cualquier actividad que os haga ilusión y divertiros haciéndola sin
pensar en los resultados. Si total, ni nos pagan por ser los mejores, ni nos
pegan por hacerlo regular... Para vencer al Dr. Perfecto sólo hace falta el
coraje de dar el primer paso y el esfuerzo se verá compensado por todas las
satisfacciones que vendrán detrás.
Otra arma letal es el
“escudo anticríticas”, dotado de un poderoso radar que nos hace estar
rastreando continuamente cualquier comportamiento nuestro que nos pueda hacer
objeto de burla o desaprobación, lo que nos hace perder todo el gusto por lo
que hacemos y la mayor parte de la energía para hacerlo. El radar detecta
también lo que hacen los demás y es una fuente continua de juicios, que nos
distrae de lo que realmente es importante y nos separa de los otros. Recuerdo,
por ejemplo, cuando hace unos años cuatro chicas obsequiaron con un baile
“sexy” a todo el pueblo con ocasión de las fiestas. Ni tenían un gran tipo, ni
lo hacían especialmente bien. En un primer momento sentí vergüenza ajena, pero
luego lo pensé mejor y empecé a admirar su actitud, porque demostraban tener
una alta autoestima, habían dedicado su tiempo a ensayar, estaban ofreciendo lo
mejor que tenían a sus paisanos, se habían expuesto con valentía y desparpajo a
las opiniones de los demás y ¡se lo estaban pasando genial! Es decir, eran unas
superheroínas que habían derrotado por goleada al Dr. Perfecto.
Para combatir el temor al
ridículo y la censura, lo que más me ha servido es pensar que la gente siempre
va a decir algo, porque callados no sabemos estar ni cinco minutos, así que
incluso es mejor darles carnaza. Por ejemplo, una conocida mía con bastante
sobrepeso utiliza una bisutería muy llamativa, porque prefiere que la gente se
refiera a ella como “la de los pendientes horteras” que como “la gorda esa”. De
la misma forma, elijo ser la que a veces pregunta simplezas, la que no le
abochorna animarse a cantar, bailar o hacer el tonto en público, la que no le
importa ofrecerse cuando piden voluntarios… porque prefiero que se fijen en
esas cosas y no en otras, y reservar la vergüenza para los comportamientos que
considero verdaderamente dañinos, como la maldad, la mentira o el egoísmo.
Piensa ahora en ti mismo,
¿estás poniéndoselo fácil al Dr. Perfecto? ¿Vas a despreciar unas deliciosas
lentejas porque son baratas y las comes cada lunes y cada martes, porque es
“mejor” el caviar beluga, cuando ni siquiera sabes si te gusta? ¿Estás
negándote algo que deseas y está a tu alcance por miedo al fracaso o al qué
dirán? A ver si no vamos a poder disfrutar de lo bueno que nos da la vida, sólo
porque no es “lo mejor”…
Ana Cristina López Viñuela
Cuánta razón Ana Cristna!! Vivimos llenos de prejuicios que lo único que hacen es no dejarnos vivir. Por miedo y por cobardía renunciamos a un montón de cosas y luego nos arrepentimos. Me han gustado mucho tus reflexiones, ahora solo queda ponerlas en práctica.
ResponderEliminarNos cuesta mucho apreciar lo cotidiano precisamente porque lo damos por hecho y creemos que lo tendremos siempre al lado. Y el Dr. Perfecto también tiene una pistola paralizante que no siempre nos deja avanzar. Me gusta la idea de "pensar que la gente siempre va a decir algo" para motivarnos y avanzar. Si dicen algo, por lo menos que sea algo que corresponda a lo que somos.
ResponderEliminarMuy interesante reflexión.