jueves, 18 de abril de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LOS HOBBITS


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No es fácil imaginar que un sesudo profesor de Oxford como J. R. R. Tolkien, tan minucioso que fue capaz de crear lenguas para cada una de las razas descritas en sus obras, de forma que los topónimos, nombres propios e inscripciones que figuran en sus novelas fueran coherentes, eligiese al azar el argumento y los protagonistas de la trilogía “El Señor de los Anillos” y de “El Hobbit”.

Los hobbits son pequeños y entrañables seres, como niños, aficionados a disfrutar de los pequeños placeres, sin más ambiciones que cocinar y degustar suculentos manjares en compañía de amigos, regados con abundante cerveza y fumar una pipa como colofón. Su mejor cualidad parece ser permanecer inadvertidos e invisibles al mundo exterior, cómodos en los confines de su Comarca. Pero cuando se dan cuenta de que lo que pasa fuera de su entorno está amenazando su modo de vida y a sus seres queridos, encuentran dentro de sí el coraje para reaccionar.

Se dirían los menos indicados para luchar contra el temible Sauron y su ojo que todo lo ve, acompañado de los espectros del anillo, con ejércitos de hombres y orcos bajo sus órdenes. Parece que quienes se tendrían que enfrentar a estos impresionantes enemigos serían “los de su tamaño”: magos como Gandalf, elfos como Galadriel, reyes de los hombres como Aragorn, incluso los belicosos enanos… sin embargo, quienes desempeñaron un papel fundamental e insustituible para derrotar a Sauron fueron tres hobbits: Bilbo, Frodo y Sam, sin olvidar las hazañas de Pippin y Merry, que en momentos de dificultad fueron capaces de sobreponerse a sí mismos y de realizar lo que los demás, incluso ellos, pensaban que eran incapaces de hacer.

El poder es muy peligroso y no es garantía de no sucumbir ante el mal. Saruman era el mago más dotado, pero se convirtió en aliado de Sauron; Isildur era un gran rey de los hombres, pero se rindió al poder del anillo; y Denethor, el último de los senescales de Gondor, se volvió loco porque perdió la esperanza. Los propios reyes de los elfos: Elrond, Celeborn y Galadriel comprendieron que si unían su poder al del anillo maldito no podrían dominarse a sí mismos.

Pero quienes no tienen grandes ambiciones, como los hobbits, son inmunes a los peligros del poder e, incluso si optan por la degradación, solo son capaces de hacer el mal a pequeña escala. Por ejemplo, Gollum sobrevivió muchos años a la carga del anillo, sin tener la tentación de utilizarlo para enfrentarse a Sauron y, muy a su pesar, su aportación fue imprescindible para que fuera destruido.

¿Te sientes a veces como un hobbit, pequeño e impotente ante las grandes estructuras de poder político, económico, empresarial, publicitario, informativo… que parecen controlarlo todo? Pues recuerda que los grandes héroes a veces no son nada llamativos y que tal vez de ti dependa que se hagan realidad logros muy importantes.

No hay excusa para no hacer todo lo que uno pueda, poco o mucho, para que la justicia, la solidaridad y la verdad triunfen. Si nuestros actos están movidos por el amor y la sabiduría, nadie sabe cuál puede ser su trascendencia para el desarrollo de la Humanidad. No seamos nosotros quienes queramos poner cercas al campo y justifiquemos nuestra inacción o nuestra cobardía con la disculpa de nuestra insignificancia, porque todos tenemos nuestro papel y nadie sabrá si nos correspondía el de protagonista si nosotros mismos hemos renunciado a desempeñarlo. ¿Qué estás haciendo en tu casa, en tu trabajo, en tu ambiente, en tu ciudad… para que el mundo sea mejor? Piensa que los árboles grandes nacen de pequeñas semillas, que alguien se ha molestado en plantar y cuidar. Está en tu mano sembrar el cambio. Siéntelo, imagínalo, hazlo y compártelo.

Ana Cristina López Viñuela 

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