Se suele llamar melodrama a
cualquier tipo de obra teatral, cinematográfica o literaria cuyos aspectos
sentimentales, patéticos o lacrimógenos están exagerados con la intención de
provocar emociones en el público.
A veces nos figuramos que
somos los protagonistas de un culebrón
y sentimos que nuestra vida es una serie de catastróficas desdichas, donde solo
tienen cabida las lágrimas y el espanto. Lo cierto es que nos hace sentirnos importantes,
pero no es realista. Por eso nos quedamos de piedra cuando nos encontramos a
personas que afrontan auténticos problemas y no hacen de ello un drama. Porque
no somos tan especiales… aunque en el fondo nos gustaría, por aquello de que
los que nos rodean nos hagan caso y se “compadezcan” de nosotros.
Suena algo ridículo que nos
quejemos de que ya no somos tan jóvenes como antes a personas enfermas, muy
limitadas físicamente. O de que tenemos problemas en el trabajo a quien lleva
años en paro. Antes de decir en tono desgarrado que no “somos capaces” de esto
o de lo otro, que las situaciones “nos superan”, lo “difícilísima” que es mi
circunstancia, que “a nadie” le pasa lo que a mí… habría que pensar que
probablemente quien nos está escuchando también tiene lo suyo.
Que las palomas te ensucien
el balcón es sin duda molesto, pero con ese argumento Hitchcock no habría
rodado una película de terror como Los
Pájaros; ni siquiera Eurípides podría componer una tragedia sobre un
suspenso en una asignatura o una bronca con la suegra; ni se puede hacer una
epopeya de preferir quedarse un rato más en la cama que ir a trabajar. Pero hay
otros géneros tan interesantes o más, como la comedia o el de acción, a cuyos
actores les pasan también muchas peripecias, algunas más afortunadas que otras,
pero saben llevarlas con humor o con valentía, sin mirarse al ombligo, y
terminan con un final feliz.
Cuando era estudiante me
dieron un gran consejo: fíate más de la opinión de quien ha tenido éxito, que
de los que han fracasado. El que ha suspendido un examen siempre te dirá que es
“imposible” aprobar, que ni siquiera intentes sacar todo el curso. Si preguntas
al que ha obtenido buenas notas, seguro que te dará otra perspectiva más
animante y optimista. Si lo aplicamos a la vida, deberíamos tomar como ejemplo
a los que han superado duras pruebas sin rendirse y no a los que se han dado
por vencidos.
Todas las grandes aventuras
comienzan igual, como decía Gandalf en El
Señor de los Anillos: “Es peligroso, Frodo, cruzar tu puerta. Pones un pie
en el camino y si no cuidas tus pasos, nunca sabes a dónde te puede llevar”.
Afrontemos las situaciones imprevistas, duras, difíciles… que nos vayamos
encontrando cada día con esa actitud de apertura y confianza, para que vayamos
adonde tengamos que ir con la cabeza alta y una canción en los labios, con aire
de héroe y no de víctima. Mejor que producir lástima y conmiseración es generar
en los demás alegría, optimismo y coraje.
Ana Cristina López Viñuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario aparecerá una vez revisado por el moderador de la página. Gracias.