Cuando
cumplió los cuarenta su hija pequeña pensó que llevaba mucho tiempo sola y le
regaló un peluche, blando, tierno, suave, es "caricioso" como tú
mamá, decía ella con esa palabra que nadie más se podría haber inventado.
¿Te gusta,
mamá? ¿Te gusta? Sus bracitos estirados acercándole el oso es de esas imágenes
que espera no olvidar nunca, no habían tenido una vida sencilla pero instantes
como este lo compensaban todo.
Desde
entonces Winnie forma parte de su vida, comparten confidencias, es su cobijo en
las noches frías, seca sus lágrimas, en ocasiones saca su lado más travieso y
desaparece pero siempre vuelve de sus aventuras dispuesto a recibir un abrazo.
Sus ojos
brillan como el día que se conocieron, no protesta si algún día con las prisas
le queda una pata atrapada entre los cojines, ya no es tan suave, ni tan
mullido, hasta parece un poco tullido, lo que sigue siendo es el compañero
perfecto, ese que llegó por sorpresa como llegan las mejores cosas de la vida,
ese que llegó cuando aún no sabía que se necesitaban.
INMA REYERO
DE BENITO
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