Si miramos
el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), por “escuchar”
se entiende lo siguiente:
1. Prestar atención a lo que uno oye.
"escuchar la radio; escuchar un concierto; llevo
un rato hablándote, pero no me escuchas; no está bien escuchar detrás de las
puertas".
2.
Hacer caso de un
consejo o aviso.
"debes escuchar los dictados de la
conciencia".
Por lo tanto, es bueno que nos quedemos con “Prestar
atención a lo que uno oye”.
Si volvemos a mirar el diccionario de la RAE, por “Prestar
atención" dice:
1.
Aplicación voluntaria de la actividad mental o de los sentidos a un determinado estímulo u
objeto mental o sensible.
2. Acto que muestra que se está atento al bienestar o seguridad de una persona o muestra respeto, cortesía o afecto hacia alguien.
2. Acto que muestra que se está atento al bienestar o seguridad de una persona o muestra respeto, cortesía o afecto hacia alguien.
Es
decir, como vemos hay un acto voluntario de actividad mental ante lo que nos
dicen (o mejor “nos quieren decir”) y, en la segunda definición podemos destacar tres
palabras: bienestar, respeto y afecto.
Por lo tanto, podemos deducir que, por ESCUCHA ACTIVA, entendemos “un
acto voluntario de actividad mental ante lo que nos quieren decir (captar el mensaje,
no la literalidad de lo que nos dicen), mostrando interés, respeto, cortesía y
afecto hacia quien nos comunica algo”.
Para hacer correctamente esta escucha activa podemos
hacer los siguientes ejercicios:
1.
Parafrasear o resumir lo
que ha dicho. Si hay partes de la conversación que nos han llamado la atención,
podemos preguntarle (retroalimentación) a la persona por el significado
que ella da a esas partes. Con ellos logramos que el otro se percate que le
prestamos dicha atención, ampliamos la información sobre el mensaje, y damos la
oportunidad al hablante de que él también se escuche.
2.
Reflejar el estado emocional. La parte más verdadera de nuestras comunicaciones
son las emociones. Éstas nunca engañan. Las emociones y sentimientos son signos
que nos dicen la verdad sobre cómo hemos interpretado la realidad. Por ello, es
muy útil ayudar al hablante a que exprese su emocionalidad. Con esto, ayudamos a la
persona a compartir la parte más íntima de su ser.
3.
Aceptar lo que el otro dice: Aceptar una comunicación, un mensaje, no implica
estar de acuerdo con él, es comprender que, si nosotros fuéramos esa persona,
con su forma de entender e interpretar la vida, probablemente, haríamos los
mismos juicios sobre las situaciones. Por lo tanto, es muy saludable aceptar lo
que expresa, aunque no se esté de acuerdo. No hay que estar de acuerdo con el
otro para empatizar con él.
4.
Ayudar al otro a reelaborar esa interpretación: Cuando una persona se queda fijada
en un estado emocional negativo, se queda en la parte del problema, no activa
su cerebro creativo para generar una respuesta adecuada ante la situación y, por lo tanto, no está
en la solución. Por ello es bueno preguntar: ¿qué podrías hacer ante esta
situación? ¿sobre qué aspectos, que tú tengas control sobre ellos, puedes
intervenir?
¿Qué cosas no
tenemos que hacer en una escucha activa?
1.
No rechazar las emociones que el otro manifiesta. Decir a una persona que no debería
sentir lo que siente es absurdo, por cuanto que así lo siente. Más bien podemos
ayudarla a que se de cuenta de qué interpretaciones (normalmente irracionales) están
generando esos síntomas.
2.
No juzgar. Creer que
estas cosas no nos sucederían a nosotros o que estas personas tienen alguna
esencia de “maldad”, “estupidez”, etc., es ponernos en posición de superioridad
sobre los demás.
3.
No eres el solucionador ni el salvador del otro. La persona que tiene una dificultad
es la responsable de cómo se siente y de cómo actúa, y es ella misma quien
tiene que aportar el cambio de actitud necesario para modificar eso.
4.
No cortes a la persona en su expresión. Escuchar es dejar que la otra persona se manifieste,
permitiendo que desahogue sus sentimientos. No estar pendiente de cuando
podemos meter nuestras ideas en la conversación.
5.
No sueltes tu historia. Ahora estás en la historia del otro. No eres el “abuelo porretas”, que
aprovecha cualquier situación de este tipo para contar sus batallas.
6.
No eres un consejero o recetador. Si te piden un consejo u opinión, puedes darlo, pero
sé cauto y trata de que las soluciones las aporte la persona, ayúdale a que se
responsabilice de su vida.
7.
No descalifiques cuando des tus opiniones ni a la persona con la que hablas, ni a aquellas de
las que te puedan hablar. Esta persona te está contando su interpretación de la "película", seguro que los participantes de ella tienen más versiones. No eres un
juez que aplica sentencia.
8.
No quites importancia. El valor o la importancia que está dando el sujeto a la situación puede
ser desproporcionado, pero es la misma persona, reevaluando la situación, la que
tiene que cambiar esa valoración.
Espero que, en este día de la escucha del Teléfono de la
Esperanza, a los que agradecemos los bellos oídos que ponen a esta sociedad,
os sirvan estas palabras.
Ya sabéis lo que dijo Zenón de Citio: Tenemos dos
orejas y una boca para escuchar más y hablar menos.
Un abrazo.
Juan Fernández Quesada.