Cierran
los bares, mundos paralelos por debajo de la mesa, cierra la vida.
Bares,
fotogramas con cientos de sonidos; el tintineo de una moneda martillando la
barra, varios vasos que chocan en un brindis, el “buenos días” del primer
cliente de la mañana, ese beso frustrado que acabó en colleja con risas, el gol
de la final donde todo volvió a empezar y los ecos del ¡cuenta, cuenta!
Bares
con sabor a tapas, con olor a café recién molido o el aroma de la colonia de la
primera cita y el inequívoco perfume de la amistad.
Bares,
ese lugar al que sabes que perteneces, que formas tribu; los bares son hogares,
nunca nadie se sintió extranjero en un bar. No podría existir un escenario
mejor para cruzar miradas y bailar sin moverte del sitio.
Hay
bares a media luz; otros invitan al café torero; están los del pincho de
tortilla a la mañana siguiente de la tarde que salías de tranqui.
Existen
bares donde tocamos el cielo al perseguir alguna estrella, mientras planeábamos
en un vuelo sin motor.
Para
todos ellos si vas apurado, ya sabes: "al fondo a la derecha".
Ahora
nos echan un órdago y no nos achicamos porque nos gusta la caña pero bien
tirada y solo por eso volveremos a vernos en los bares.
INMA
REYERO DE BENITO
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