miércoles, 27 de febrero de 2019

LEÓN, CIUDAD DEL JUBILADO

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León, ciudad del jubilado. Siempre fue su apelativo.

Como dijo el poeta: “León bruñida de metales, metálica de besos, tierra nuestra que nos corroe los huesos”.

Compartí mi niñez con jubilados potentados, los poseedores de las minas del Bierzo y amos del centro de la ciudad. Mis años mozos se mezclaron con retornados de la emigración, jubilados al fin y al cabo.

Cuando fui adulto las terrazas de jubilados estaban pobladas por los retirados de la construcción. ¡Maravilloso ladrillo que hizo “nuevos” viejos jubilados ricos.
Ahora me toca a mí ser jubilado y lo único que encuentro es el cartel de “Se traspasa” de Benéitez. Bendito reloj de mis quedadas adolescentes.

El recuerdo de la Coyantina, donde ahora medran, como aves migratorias, los peregrinos.

¿Qué jubilación me queda? ¿Dónde está la mítica ciudad del jubilado? ¿Quién cambió el Universal por una tienda de Vodafone?

Ni el Banco de España ha quedado.

Me jubilo sobre una ciudad no jubilada, sino muerta. ¡Cuánto pasado para tan poco futuro!

FERNANDO PASTOR PEÑA

martes, 26 de febrero de 2019

COMO LA VIDA MISMA: ¿PARA QUÉ SIRVE ESTUDIAR EGIPCIO?

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Desde que hace unos meses comencé a estudiar egipcio jeroglífico, once de cada diez personas a las que se lo he contado me han preguntado ¿para qué sirve eso? Mucho se podría decir sobre ello, pero hoy me voy a centrar en una enseñanza que Raúl, mi profesor, me impartió el primer día de clase: existen varias formas correctas de escribir lo mismo. Por ejemplo, el epíteto “verdadero de voz” o “justificado”, que se utiliza junto al nombre de los difuntos como si fuera nuestro “que en paz descanse”, se puede encontrar escrito en los muros o en los papiros egipcios con siete, cuatro, tres o solo dos signos jeroglíficos, dependiendo de si a los dos signos trilíteros (que equivalen a tres signos monolíteros, es decir, que con un solo signo expresan 3 sonidos) los acompañan o no complementos fonéticos y determinativos semánticos. Además, los jeroglifos se puede leer de izquierda a derecha o al contrario dependiendo de la orientación de las figuras, por lo que se pueden disponer en ambas direcciones. No hay una única forma de escribirlo, ni una manera es mejor que la otra, y en todos los casos se pronuncia igual y significa lo mismo. Esto no más que una expresión de la forma de pensamiento de los egipcios, que admite distintos caminos para llegar a la verdad.

A primera vista parece que eso no tiene relación con nuestras vidas, pero basta un poco de observación para darnos cuenta de hasta qué punto choca con nuestro convencimiento habitual de que el sistema de valores al que nos hemos adherido y guardamos lealtad es “el correcto”, de lo que se deduce que quienes no lo comparten viven en el error o actúan de forma inapropiada, lo cual a veces se llega a interpretar casi como un ataque personal. Parafraseando la letra de la canción de Fangoria, “su circunstancia nos insulta” o, al menos, nos molesta.

En último extremo, esa actitud puede llevar a la violencia, a la descalificación, a la crítica destructiva, a la mofa… Sólo hay que echar un vistazo a las redes sociales y ver qué barbaridades se dicen del seguidor de otra religión, otras ideas políticas, otro tipo de alimentación o vestimenta, ¡hasta otro equipo de fútbol!, para darse cuenta de hasta qué punto estas conductas están arraigadas en nuestra sociedad. Incluso existe un término: “hater”, que significa “odiador”, para referirse a quienes muestran esos comportamientos en internet.

Pero más sutil puede ser cuando, como muestra de nuestra “apertura mental”, intentamos “comprender” a aquellos que según nuestro criterio están equivocados, y los “disculpamos” porque no piensan con claridad, les falta conocimiento, están condicionados por su educación o su entorno, tienen una voluntad débil… simplemente porque no se ajustan a nuestros estándares, creyendo que estamos siendo ecuánimes y generosos, cuando en realidad los estamos juzgando con condescendencia y desde una posición de superioridad.

Esa convicción de ser los propietarios y administradores únicos de la verdad nos lleva también a tratar de imponer nuestras creencias y pautas de comportamiento a nuestros seres queridos “por su bien” y “para ayudarles”, recurriendo incluso a la manipulación y el chantaje.

Volviendo al ejemplo, en egipcio jeroglífico hay varias formas correctas de escribir lo mismo, pero no todo vale, tiene que haber unas reglas para que los demás puedan descifrar lo que yo quiero transmitir con la escritura. De la misma manera que la piedra de toque de una expresión lingüística es la comunicación, pienso que ha de haber una “prueba del algodón” para comprobar si una forma de pensar o actuar es correcta o no. Tal vez pueda servir como criterio indicativo su motivación: si lo que hay de fondo es la honestidad personal y el amor pienso que es mucho más probable acertar que si son la conveniencia y el egoísmo.

Me gusta imaginar la plenitud del ser humano como un tesoro oculto por los piratas. Al nacer, cada uno se sitúa en un punto de la isla del tesoro y lleva inscrito en el corazón un trozo del mapa para encontrarlo, el que necesita para llegar al objetivo, pero el plano completo sólo lo tiene el Capitán. Para llegar al mismo sitio, el que está al norte tiene que ir hacia el sur, pero el que está al sur debe dirigirse al norte… y eso no indica que el tesoro no esté a medio camino entre ambos. A veces realizamos parte del recorrido en compañía de otras personas, lo que es agradable y nos da seguridad, pero no garantiza que no vayamos todos de cabeza al precipicio… por lo que cada uno debe seguir su propia senda, aunque se tenga que ir despidiendo de sus acompañantes y camine solo en algunos tramos. Para saber si vamos bien o nos hemos desviado solo hay que comprobar que seguimos las indicaciones del mapa: la sinceridad, el espíritu de servicio, la alegría, la satisfacción personal, la paz interior… Y la tolerancia, que pasa por no pretender que los demás se teletransporten al lugar donde estamos nosotros, que se fíen más de nuestro trozo de mapa que del suyo o que vayan siempre cogidos de nuestra mano, sino animarles a buscar el camino en su propio interior y respetar sus decisiones, presuponiendo que su criterio puede ser tan válido como el nuestro, aunque nos descuadre los esquemas. Las trayectorias personales pueden ser más rectas o sinuosas, pero todas son buenas si sirven para llegar a la felicidad.

Ana Cristina López Viñuela



jueves, 21 de febrero de 2019

EL RINCÓN DE INMA: LA ANSIEDAD


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Primero descubro que soy responsable de mi vida y no puedo echar la culpa a nadie de lo que me sucede y ahora resulta que la ansiedad, esa montaña rusa de emociones, esa piedra que se mete en tu zapato que no mata pero da la lata… ¡no es nada!, es un pequeño problemilla que nos montamos en la cabeza nosotros mismos y que si te gana terreno es ¡porque quieres! … esto ya es el colmo, que se pare el mundo que me bajo…

Mientras frena y no frena la bola esta en la que vamos girando enterándonos parece ser que de muy poco, voy a investigar.

Todo empieza con un síntoma físico, la mente lo identifica como un peligro y trata de defenderse o huir. Defenderse debilita, huir es evitación, paraliza, vas mal.

El problema no es el síntoma, es la mente, la solución será entonces identificar nuestros pensamientos saliendo del modo piloto automático y cortar la espiral.

Ya tenemos la teoría, vamos a la práctica.

Imagina que hay una escalera, tu ansiedad y tú estáis abajo, hay oscuridad, arriba está lo que quieres en tu vida, hay claridad.

Vas a subir si o si ¡que sólo es una escalera!, de cosas peores has salido, da pequeños pasos, afronta, persiste, agárrate a la barandilla si lo necesitas, permítete tener un mal día, tropezar, caer y volver a empezar. Si la ansiedad se empeña en subir contigo no le hagas caso, tú a lo tuyo, distráete, ponte música, repite un mantra, repasa la lista de la compra o la de los reyes Godos, date tiempo, hace mucho que la ansiedad se instaló en tu vida, no pretendas que desaparezca de un plumazo.

Cuando llegues arriba agradece, celebra, disfruta del paisaje, aprende la lección porque vino a enseñarte algo que tú no sabías ver, porque no te escuchas, porque no te valoras, porque te han dicho que quererte es de egoistas y te lo has creido.Por favor, no cojas el ascensor para bajar, sigue practicando, la escalera ahora es tu amiga, sonríe y sigue adelante.

Inmaculada Reyero

miércoles, 20 de febrero de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LA BUENA EDUCACIÓN


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Un día salí con mi marido a tomar un vino a un concurrido bar y tuvimos la gran suerte de encontrar lugar para acomodarnos. Nos sentamos en un banco corrido alto, con el respaldo a lo largo de una pared, frente al cual se disponían tres mesitas y, delante de cada una de ellas, dos banquetas. No habían pasado tres minutos cuando se sentó en las banquetas de enfrente una pareja, acompañada de dos niños, haciendo uso de la mesa sin pedir permiso, ni tan siquiera dar las buenas tardes. Casi en el mismo momento uno de los niños, de unos cinco años, llamémosle Pepito, decidió escalar hasta el asiento del banco con las manos pringosas de patatas fritas, utilizando el escaso espacio que había entre donde yo estaba sentada y otro cliente. Dirigí mi mirada hacia la madre, ni caso. Miré al padre, que murmuró débilmente y sin convencimiento: “Pepito, no te subas, que luego querrá hacerlo Manolito”. Esto sólo sirvió para que Pepito siguiera a lo suyo hasta conseguir trabajosamente subir y luego bajar, haciéndose hueco a empujones, y para dar ideas a Manolito, de unos tres años, al que faltó tiempo para ponerse a escalar en cuanto bajó su hermano. Y así comenzó una sucesión de ascensos y descensos, que iban dejando un reguero de grasa cada vez más extenso en el cuero del asiento, consiguiendo arrinconarme cada vez más contra mi marido, agarrando con desesperación el abrigo, la bufanda y el bolso, alternando el pensamiento de cuándo iba a poner la lavadora, con el de que el pobre Herodes no es más que un incomprendido… Hasta que nos fuimos. Aún me pregunto si se trataba simplemente de mala educación o era una estrategia para quedarse con nuestro sitio.

Cuando hablamos de tener buena o mala educación no solemos referirnos a conocimientos, sino a actitudes. Hay quien ha estudiado una carrera o dos o tres, y hace ostentación de una grosería monumental en su comportamiento, particularmente con aquellos de los que no espera sacar ningún beneficio o considera inferiores. Por el contrario, todos conocemos personas sin estudios que son encantadoras y de trato agradable.

No consiste sólo en utilizar los gestos y las palabras, en tener “buenos modales”, sino en llenarlos de contenido. Así, una persona que se está abriendo paso a empujones y codazos, da igual que lo haga pidiendo perdón o no, puesto que ya se ve que no lo lamenta en absoluto. Sin embargo, una mirada es suficiente, en ocasiones, para hacernos sentir que nos tienen en cuenta.

Cuando no soy puntual o me salto una cola lo que estoy mostrando es que creo que mi tiempo vale más que el de los otros que están esperando. Eso se llama egoísmo. En cambio, si llevo un detalle a quien me invita a una comida o una celebración, manifiesto agradecimiento. Es sensibilidad preguntar al de enfrente si le importa que fume antes de lanzarle el humo directo a los pulmones… y no hacerlo si le molesta. Tratar con cortesía a quienes me prestan un servicio significa que no pienso que son mis “sirvientes”, sino que reconozco una dignidad a su trabajo. Devolver con prontitud lo que me prestan es una forma de admitir el favor que me han hecho y de no apropiarme de lo que no es mío. Y, por ejemplo, no ceder el asiento o sostener la puerta a una persona mayor o con problemas de movilidad es, ante todo, una tremenda falta de compasión y empatía.

De niña, cuando me hacían un regalo o un favor, mis padres me recordaban “¿Qué se dice?” y la respuesta era “Gracias”. Con ello no sólo me animaban a utilizar una fórmula de cortesía, sino a sentir que no “tengo derecho” a la amabilidad de los demás, sino que he de apreciarla, aunque se trate de algo pequeño. Y así, me mostraron que decir “lo siento” significa que lamento haber perjudicado a otra persona, que hay que pedir las cosas “por favor” porque mis derechos terminan donde comienzan los de otro, que dar los “buenos días” cuando se entra en un lugar es manifestar a los que están allí que son “visibles” para mí… no sólo como lecciones de urbanidad y convivencia, sino como consecuencia práctica de tener buen corazón. Por eso creo que el hogar es la más importante escuela de valores y los padres los mejores maestros.

Al final lo que importa no es colgar en la pared unos títulos, ni que nos den el premio Nobel, ni estar forrados de dinero, ni sentirnos por encima de los que no disponen de alguna de esas cosas o de todas ellas… sino ser capaces de valorar lo que la vida nos regala, incluidas las personas que están a nuestro lado, e irradiar consideración, apoyo, generosidad, respeto, simpatía, sonrisas. Porque hemos de tratar a los demás de la forma en que nos gustaría ser tratados, reconociendo la inmensa dignidad de cada ser humano y con el convencimiento profundo de que no soy más ni menos que nadie.

Ana Cristina López Viñuela

viernes, 15 de febrero de 2019

EL RINCÓN DE INMA: SI TE RODEAS DE PERSONAS QUE SON LUZ, LO VERÁS TODO MÁS CLARO


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A todos en algún momento de nuestra vida nos gustaría tener una lámpara mágica y que al frotar el genio nos concediera nuestros deseos y no se… habrá gente que quiera dinero, o ser invisible, o cambiar su pasado, tal vez hacer un crucero, sí, mucha gente quiere viajar, es un buen plan, cambias de aires y tus problemas desaparecen ¡ah, no! que se van contigo…no funciona.

¿Qué tal pedir un viaje al interior de tí mismo? ¿Y si la felicidad no estuviera en lo material? ¿Y si fuera tan simple como llenar nuestro corazón de amor?

Siento decepcionarte pero en el siglo XXI los genios no salen de las lámparas, ni aparecen con parafernalia, sólo tienes que llamar a un discreto timbre que pone “asociación” y la puerta de Dones y Talentos se abre para tí. Te encontrarás con gente amable, cálida, que te recibe con la mejor de sus sonrisas y que busca la tuya de vuelta, no importa que no sea en el momento, ellos saben que llegará porque todo pasa y lo malo también pasará.

Saben además que todos tenemos un don y un talento y lo bonito es que no nos lo quedemos para nosotros sino que lo compartamos. Puedes participar en diversas actividades: un curso de milagros, ley de atracción, psicología cognitiva, inglés, yoga, taller de papel maché, excursiones, eventos culturales…

Decídete a saltar sin red para vivir tu vida que es corta, es tuya y es la única que tienes. Llora, ríe, abraza, despéinate, rompe las reglas, apártate de lo que no te aporta, abandona los no puedo, los “es que yo soy así”, es imposible, es horrible.

Se abre ante tí un mundo de infinitas posibilidades en el que al final, tú eliges.

Besos y abrazos.

miércoles, 13 de febrero de 2019

FERNANDO Y SU MOTO


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Noviembre, o tal vez diciembre, del año 69 o 70. Plaza del Espolón, la antigua, la de la fuente con doce caños de los que brotaba agua artesiana con una potencia superior a la general.

Un pequeño escaparate de cristal de un pequeño negocio, a saber, una tienda de venta de motos. La nariz de un niño de unos siete años produce vaho en el cristal. La baja temperatura. Detrás de la nariz, la ilusión del niño por las motos. Solamente hay cuatro o cinco. Estamos en tiempos pobres.

Una Sanglas, es la que utiliza la Guardia Civil de carreteras. Imponentes, cuatro tiempos de su época. No están al alcance de casi nadie. Aún puedo ver el cartel del precio “49.950 ptas”. Hoy da risa, entonces una fortuna inalcanzable. Pero tras la nariz que produce el vaho, le llama más la atención una pequeña Derbi de apellido, coyote correcaminos. Tiene unos colores dorados, y es de las primeras con algo de preparación para circular por el campo. Lo que mi muy querida abuela llamaba “moto-cross”

Era tal el amor platónico del zagal por la correcaminos que hacía su visita diaria. Recuerdos en blanco y negro de deseo, y de certeza de que nunca la poseería. Frustración. Hubieron de pasar unos once años para que, luchando contra toda la familia, y chantajeando con los estudios, consiguiera que me regalaran una. Pero, cuál no sería mi desdicha cuando, al cabo de unos cuatro meses, me la robaron, practicamente nueva.

Apareció al cabo de dos años, machacada e irreconocible. Fue mi amor el tiempo que la tuve, pues en una discusión de adolescente me fui de casa y cuando regresé, me la habían vendido.

Después he poseído varias motos, varios amores fallidos. No hay como el primer amor. El último divorcio se produjo sobre 2009, una Honda de 650cc. Nos queríamos, pero la crisis consiguió que no la pudiera mantener. ¡Qué triste! A día de hoy sigo enamorado de cada dos ruedas que veo. Sufro, porque mi vida ha vuelto a arrimar mi nariz a los escaparates. Eso sí, ahora son más grandes y en color. Pero mi nivel de ansiedad a su vez es más grande, pero cada vez más negro.

Lo único que me consuela es que: ¿con tanta prohibición podríamos disfrutar lo que nos merecemos la moto y yo? Ya me permito dudarlo. Una ráfaga para todos los amantes de dos ruedas y, sobre todo, para los que faltan.


Fernando Pastor Peña

martes, 12 de febrero de 2019

COMO LA VIDA MISMA: EL DESPRECIO DE LO PROPIO


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Hace años, decidimos un grupo de amigos dedicar un fin de semana a hacer turismo por León, donde vivimos y la mayor parte de nosotros hemos nacido, como si se tratase de un lugar desconocido. Visitamos la Catedral, subimos a los andamios para ver de cerca las vidrieras, conocimos el Museo de León y el Museo Etnográfico Provincial de Mansilla de las Mulas, entramos en la Casa Museo-Sierra-Pambley, revivimos las justas de don Suero de Quiñones en Hospital de Órbigo, etc. Para muchos era la primera vez y nos sorprendió.

Es bastante común mostrar una actitud abierta y de valoración hacia lo “de fuera” y, en cambio, despreciar nuestro entorno habitual porque está ahí mismo y lo estará mañana. Y así, pagamos contentos 25 € por entrar en la Casa Batlló o en la Sagrada Familia cuando viajamos a Barcelona, pero no hemos visitado nunca la Casa Botines o el Palacio Episcopal de Astorga, que también son de Gaudí.

También nos cuesta reconocer la valía de las personas de nuestro entorno, de ahí lo de que “nadie es profeta en su tierra”. Parece como si sólo pudieran destacar los desconocidos, porque el compañero de clase o el colega que trabaja conmigo no pueden ser en forma alguna extraordinarios: nos falta perspectiva para percibir algo que no sea su “normalidad”, lo que hace que minusvaloremos sus cualidades y logros, al menos hasta que alguien de fuera nos muestra su valor excepcional.

Y si es difícil admitir que los conocidos sobresalgan en algún aspecto, ¿qué decir de nosotros mismos y nuestros seres cercanos? Hay que estar muy atento para que no nos pase como al protagonista de la película “!Qué bello es vivir!”, que creía que su vida era insignificante y sin trascendencia alguna… hasta que pudo comprobar en una visión hasta qué punto su existencia había influido en el devenir de su ciudad y en la vida de mucha gente.

Me cuesta imaginarme a mí misma como en una película Disney, con mi hada madrina junto a la cuna concediéndome con su varita mágica alguna gracia especial, pero si me centro en los hechos hay una serie de dones de los que dispongo y que otros ya no tienen o no han tenido nunca. Para empezar: la vida y el tiempo. Reconozco que mi cuerpo no es el más joven, hermoso y atlético del mundo, pero tengo salud, todas mis capacidades sensoriales e intelectuales activas, pleno movimiento y posibilidad de acariciar, besar, abrazar, cantar, bailar, llorar y reir. Pues parece que no está mal… Pero además gozo de raciocinio, sé leer y escribir, me puedo comunicar en varias lenguas, soy capaz de disfrutar de la música, el arte y la danza, cuento con conocimientos que me permiten realizar un trabajo útil, sé bromear… Y, si pienso en mi vida, son innumerables las personas que han pasado por ella dejándome una enseñanza, un servicio, una sonrisa, un gesto de simpatía… Y también es inmensurable todo el amor que he dado y recibido de mis seres queridos e incluso de personas con las que he recorrido algún trecho de mi camino. Vaya, pues haciendo recuento, igual no tengo superpoderes, pero no me puedo quejar. ¿Y tú? ¿Y por qué habitualmente estamos focalizados en nuestras carencias en vez de fijarnos en todo lo que está a nuestra disposición? ¿Y si estamos ignorando nuestros talentos en lugar de hacerlos rendir para nuestro beneficio y el de los demás?

Dice un proverbio chino que “el leve aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Si supiéramos la importancia que tienen nuestros actos e incluso nuestros pensamientos para el conjunto de la humanidad, seguro que los cuidaríamos más, que sentiríamos la responsabilidad de aprovechar el tiempo y que valoraríamos cada gesto, cada muestra de bondad, inteligencia o belleza que se nos ofrece como lo que son: un gran tesoro.

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 7 de febrero de 2019

EL RINCÓN DE INMA: UN PEDACITO DE MÍ


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De ser cierto que elegimos a nuestros padres y donde nacemos, no lo pude hacer mejor.

Nací en un pueblo precioso, de montaña, de gente noble, con las puertas de sus casas abiertas a todas horas del día, no había timbres, ni falta que hacía.

No había teléfono, ni comida rápida, la tele era en blanco y negro, mi mayor preocupación adivinar de que sería el bocata de la merienda, el parque era la calle y volvíamos a casa “cuando vayan todos”.

Quizá por esto, acostumbrada a que mi felicidad tendiera siempre a infinito no sabía nada de transformar problemas en oportunidades, ni que había distintas formas de resolver la misma ecuación o que el orden de los factores no altera el resultado, no intuía que si te centras en lo malo lo elevas a la enésima potencia, fuí descubriendo que uno más uno no siempre son dos. Empecé a tropezar con piedras y reconozco que de alguna hasta me encariñe…

Once años y tres hijos después decidí dar un salto al vacío pero mis alas ya estaban rotas, una enfermedad, miastenia gravis, pretende mover los hilos de mi vida, me provoca cansancio, debilidad muscular, visión doble, falta de equilibrio, querer es poder es para mi algunos días sólo en una frase hecha , lo que no me va a quitar es una sonrisa para quien haya perdido la suya.

Ahora ya se que la actitud multiplica, que menos es más, que te puedes reinventar, puedes levantar la mano si el examen de la vida se complica y que el mejor momento para sacar nota es ahora.


martes, 5 de febrero de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LA NEVADA


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El sábado nevó en la ciudad. La nieve cubrió las formas de los edificios, los coches, los árboles… haciendo que el paisaje cotidiano se viera distinto. El aire se sentía más limpio al penetrar en las fosas nasales y el contacto de cada copo con la piel era una sensación vivificante. La nieve crujía al pisar y nuestras huellas se grababan profundamente, dejando una estela de nuestro caminar. Durante un momento el tiempo pareció detenerse y todo era nuevo, como recién hecho.
Una sensación parecida se produce en el terreno espiritual cuando afrontamos vivencias fuertes, que nos conmocionan, de un tipo u otro: desde la muerte de un ser querido a un cambio de trabajo o residencia, un compromiso, una experiencia estética o espiritual relevante… que nos dejan una impronta en el alma y sentimos que marcan un antes y un después en nuestras vidas. En algunas ocasiones es así, pero otras veces esa iluminación acaba siendo diluida por la rutina y desapareciendo bajo capas superpuestas de quehaceres, preocupaciones y pensamientos del día a día.
Si eso sucede con experiencias de carácter extraordinario, cuánto más si se trata de intuiciones que nos asaltan en la vida cotidiana, en una conversación, meditando, al leer un mensaje de Whatsapp o Facebook… que nos mueven el corazón y nos crean una inquietud. Fácilmente se pueden desdibujar y desaparecer si no tomamos conciencia de esas señales y buscamos la manera de concretarlas en una realidad vital.
Ahora que tenemos frescos los propósitos de año nuevo puede ser buen momento de hacer balance, ¿tenemos presente algo que desearíamos hacer o cambiar, alguna habilidad o costumbre que nos gustaría incorporar? A lo mejor llevamos una temporada diciendo que deberíamos adelgazar, o hacer ejercicio, o aprender idiomas, o consagrar unos minutos al día a la meditación, o dedicar más tiempo a la pareja, la familia o los amigos, etc. Pero no acabamos de empezar a concretar el qué, el cuándo y el cómo, de forma que las buenas intenciones no se pierdan en el vacío. Y luego dicen que para adquirir un hábito hace falta practicarlo durante 21 días… Yo, por ejemplo, a raíz de un vídeo compartido en un grupo de whatsapp, me propuse comenzar a escribir en el blog de Dones y Talentos y, de momento, parece que estoy bien encaminada. Así que si veis que lo abandono, me convertiré en un ejemplo del refrán “consejos vendo y para mí no tengo”… Pero confío en que no sea así.
No todos los días nieva, pero el sol, la lluvia, la niebla… también son hermosos y evocadores. De la misma forma, hay que prestar atención a las señales que recibimos cotidianamente, si no queremos perder las oportunidades que nos brinda la vida para aprender, mejorar y sacar el máximo partido de nuestra existencia. ¡Ánimo y a por ello!
Ana Cristina López Viñuela