domingo, 5 de mayo de 2019

¿LOCURA O MILAGRO?

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Cuentan en los Villaverdes de Torío (Villaverde Arriba y Villaverde de Abajo) -los cuales comparten iglesia y parroquia- que se apareció la Virgen  (no se sabe muy bien cuándo ni a quién) en la pequeña  colina donde ahora está la ermita de San Mamés.

Es una colina que parece como si fuera un capricho del Creador, que, sacando a su Niño, que seguro que Él también lo lleva dentro, se dedicó a formar un montón de tierra para jugar.

Está en medio de una llanura surcada por el río Torío y bordeada por frondosos montes de robles y encinas. 

Desde lo alto de la colina se divisan las verdes y fértiles tierras de la ribera y el río serpentea entre los chopos. Y muy a lo lejos, agudizando bien la vista, se divisan los picos de la catedral.

Desde la cima, el aire es más puro y el Cielo está más cerca.

Se dice que la Virgen pidió que se construyera una ermita sobre esa colina. Y se dice que la gente del lugar no sabía como subir hasta allí los materiales necesarios.

Pero un amanecer surgió el milagro: La colina "creció " y aparecieron sobre ella todos los materiales necesarios para construirla.

Yo, siendo muy niño aún, le conté esta historia a la nueva maestra de la escuela del pueblo. Y le gustó tanto que organizó una excursión con todos los niños y niñas de diferentes edades de la escuela mixta de Villaverde de Abajo para ir a conocer la Ermita.

A mí, la maestra, a pesar de mi corta edad, me encargó ir a pedirle las llaves de la ermita al cura de Palacio de Torío que era el administrador de la misma.

Con una carta de la maestra para el cura y una bicicleta más grande que yo, emprendí el "largo viaje" (para mi edad) en solitario.

Por una carretera sin asfaltar y con más piedras que el cauce del río. 
El cura me recibió muy cortesmente y me entregó la enorme llave que bien podía utilizarse como arma de defensa personal.

La emoción  que me creó aquel logro personal, me dio tanta energía y bienestar que parecía que la gigantesca y pesada bicicleta pedaleaba sola.

Al día siguiente, en lugar de tener clases,nos desplazamos hasta la ermita con gran júbilo y alegría, convirtiendo en festivo un día cualquiera en mitad de la semana.

Entramos todos en la ermita con gran respeto y devoción, y de rodillas rezamos un Rosario por expreso deseo de la maestra.

A medio Rosario se desató una fuerte tormenta que parecía el fin del Mundo.
Truenos ensordecedores. Relámpagos que atravesaban las pequeñas ventanas con más rejas que cristales. Y una tromba de agua sobre el tejado de la ermita como si fuera el Diluvio Universal.
Yo sentí que se nos acababa la fiesta (y quien sabe si un rayo no acabaría con la vida de alguno de nosotros).

Pero al terminar el rosario, salimos de la ermita y hacía un día espléndido con un sol radiante.Y ni rastro de la tormenta ni del agua de la lluvia.
¿LOCURA O MILAGRO?

Nadie comentó lo sucedido,y yo a nadie le pregunté nada aquel día ni en los más de 50 años que han pasado.

Pero en mi mente sigue vivo el recuerdo de aquel "MISTERIO".

TEODORO ROBLES FLECHA

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