jueves, 29 de agosto de 2019

EL RINCÓN DE INMA: CONFÍA




Desde hace un tiempo mi salud física y emocional ha mejorado de manera notable, varias personas que están pasando por una mala racha al darse cuenta me preguntaban que cómo lo hago, yo les decía que porque quiero vivir y ser feliz, entonces me respondían que ellas también querían lo mismo y me dejaban sin argumentos, sentía no saber ayudarlas más.

Este verano una amiga me recomendó para un trabajo, cuatro horas de lunes a viernes, algo impensable para mí hace unos meses, mi cabeza dijo que no, por supuesto, pero hace tiempo que me dí cuenta que yo no soy mis pensamientos y me apetecía intentarlo.

Eran muchos factores, hacerlo bien, no fallar, que no empeorara mi salud, el dinero que nunca viene mal…

Mi cuerpo se paralizó al compás de mi pensamiento recurrente: no puedes, no puedes…

Entonces lo hablé con un amigo y me dijo: tú tranquila, lo vas a hacer genial, es rutina, márcate unos hábitos, tú puedes. Estaba convencido, no había ninguna duda en sus palabras, me sorprendió.

Llegué a casa dándole vueltas a nuestra conversación, busqué una frase, la puse en mi pared: " el hombre más experto del mundo también un día fue aprendiz" (todavía no he caído en las garras del lenguaje inclusivo así que me sentía plenamente identificada), iba a ser la mejor aprendiz en mi nuevo trabajo, estaba decidido.

 Puse un par de alarmas porque madrugar todavía no está entre mis fortalezas, me marqué un horario de descanso, dividí el mes en semanas para tener metas a corto plazo y acepté con mi mejor sonrisa… bueno, vale… también pasé por la farmacia y compré una caja de espidifen por si tanto optimismo fallaba.

Me ha costado madrugar algunos días, otros el tiempo no pasaba, varias mañanas han sido estupendas,  ya puedo decir que lo he conseguido, que el esfuerzo tiene recompensa y que siempre merece la pena intentarlo.

Esta situación me ha hecho pensar lo importante que es la confianza, confía cuando te digan algo que puede ser bueno para tí si es que realmente quieres un cambio, no tengas un problema para cada solución, prueba, no tienes mucho que perder, confía en la gente, confía en la vida y sobre todo ¡confía en tí!

INMA REYERO DE BENITO

lunes, 26 de agosto de 2019

COMO LA VIDA MISMA: ZOSTERTERAPIA

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Me hago la ilusión de que me habéis echado de menos estas últimas semanas que no he podido escribir en el blog porque un herpes zoster me ha dejado fuera de juego. Lo llaman culebrilla, pero casi podría competir con el famoso Culebrón de La Vid de Gordón, mi pueblo, porque exige un oneroso peaje para poder seguir adelante. Y aquí no hay más héroes legendarios que la brivudina y el aciclovir, mucho menos románticos que San Lorenzo y sus hermanos.

A pesar de los dolores, de tener que prescindir de la subida a la ermita el 10 de agosto, de que nos hayan puesto falta a Gerardo y a mí en las fiestas de San Roque en Portilla y de Quintanilla en Riaño, de la ausencia en las reuniones familiares y, sobre todo, de tener que renunciar al viaje por Alsacia, Selva Negra, Luxemburgo y el Rhin, después de haberlo pagado (recordad contratar siempre el seguro de cancelación, que nunca se sabe la que se puede preparar en un momento)… Pues pese a todo esto, me siento tremendamente afortunada.

Cuando estaba acurrucada en la cama, vulnerable y dolorida, no dejaba de pensar en mi suerte, pese a que a veces me sentía fatal y con más ganas de llorar que de reír. Cuánta gente hay en el mundo que tiene que pasar por lo mismo, o por cosas peores, y no disponen de atención sanitaria y medicinas, ni pueden permitirse descansar, ni cuentan con familia y amigos que se interesen por su bienestar, como yo, y tienen que padecer en soledad. No todo el mundo tiene quien le atienda, le mime, le soporte cuando uno no se aguanta a sí mismo…

Incluso tiene ventajas esa situación. He podido releer los cinco voluminosos  “tochos” de Canción de hielo y fuego, olvidando con las peripecias de los personajes de Juego de Tronos mis propias “desgracias”. He tenido tiempo para escuchar música, meditar, ver películas y series… Pero, sobre todo, para encontrarme conmigo misma y para cultivar mi relación de pareja. Parece mentira, pero esta enfermedad ha sido como una extraña “luna de miel”, a niveles más profundos y con sentimientos más reales y aquilatados, porque el dolor y la compasión pueden ser un punto de encuentro maravilloso.
Aunque no es lo mismo, me he sentido también ilusionada preparando el viaje que ahora realizará mi marido en solitario: es hermoso conocer otros horizontes valiéndome de sus sentidos. Tal vez incluso aprenda más sobre él y sobre mí. Y nos una el compartir la experiencia.

Siento que la vida me ha hecho un regalo, aunque me esté resultando un poco costoso. Uno no valora su salud hasta que la pierde, ni se da cuenta muchas veces de que es un privilegiado hasta que no atraviesa un momento difícil. De vez en cuando es bueno pararse y saborear lo que se tiene y, si uno no lo hace voluntariamente, ya se encarga la realidad de obligarte. Pienso que la mejor terapia para cualquier contratiempo o dolencia es saber darle la vuelta al tapiz y dejar de fijarse en los nudos, para admirar la armoniosa obra de arte que hay del otro lado, porque todo lo que nos sucede tiene su razón de ser, aunque en el momento no lo percibamos así. Y ver el lado bueno de las cosas es la mejor energía para superar con optimismo cualquier obstáculo que se nos  presente.

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 22 de agosto de 2019

EL RINCÓN DE INMA: WINNIE




Cuando cumplió los cuarenta su hija pequeña pensó que llevaba mucho tiempo sola y le regaló un peluche, blando, tierno, suave, es "caricioso" como tú mamá, decía ella con esa palabra que nadie más se podría haber inventado.


¿Te gusta, mamá? ¿Te gusta? Sus bracitos estirados acercándole el oso es de esas imágenes que espera no olvidar nunca, no habían tenido una vida sencilla pero instantes como este lo compensaban todo.


Desde entonces Winnie forma parte de su vida, comparten confidencias, es su cobijo en las noches frías, seca sus lágrimas, en ocasiones saca su lado más travieso y desaparece pero siempre vuelve de sus aventuras dispuesto a recibir un abrazo.

Sus ojos brillan como el día que se conocieron, no protesta si algún día con las prisas le queda una pata atrapada entre los cojines, ya no es tan suave, ni tan mullido, hasta parece un poco tullido, lo que sigue siendo es el compañero perfecto, ese que llegó por sorpresa como llegan las mejores cosas de la vida, ese que llegó cuando aún no sabía que se necesitaban.

INMA REYERO DE BENITO

jueves, 15 de agosto de 2019

EL RINCÓN DE INMA: TU ÚLTIMO SALTO



Te conocí antes de que nacieras, vi cómo crecías en la barriga de tu madre, sus ojos no podían brillar más, unos días te imaginaba rubio, otros moreno, con la nariz de la abuela, las manos de papá… daba igual, te imaginaba feliz, tan feliz como era ella por sentirte.

Y llegaron las noches sin dormir, los biberones, el primer diente… y llegaron los primeros pasos, el primer balón, siempre llevabas un balón pegado al pie y una sonrisa dibujada en la cara.

Y pasó el tiempo, veloz como pasa cuando la vida nos sonríe y no nos paramos a valorarlo.

Hoy me entero que pasaste de saltar en los charcos a saltar al vacío, sin retorno, tu último salto… y siento impotencia, no me consuelan los tópicos, ni que en el cielo brille una estrella más.

Reconozco que no me lo creí y te busqué en chicos que podrían ser tú, iban riendo, con amigos, distraídos, mirando el móvil, la vida sigue ¿sabes?

Pienso en la gente que ha quedado marcada por tu ausencia que no distinguirán el día de la noche ni la primavera del otoño, pienso en las cosas que quedaron por decir, pienso en cómo harán para reinventarse, pienso en la fina línea que separa la luz de la sombra y la vida de la muerte, pienso en lo poderoso que puede llegar a ser un pensamiento cuando la mente no ve salida.

Pienso que pronto empezarán las clases y tu sitio lo ocupará otra persona sin saber que tú un día estuviste allí, con miedos pero también con sueños… esos que ya nunca podrás cumplir…

Pienso en tu gran salto… tu último salto.

INMA REYERO DE BENITO

viernes, 9 de agosto de 2019

EL RINCÓN DE INMA: ACUMULA SUEÑOS Y VE A POR ELLOS


Resultado de imagen de para ser feliz no es necesario tener la mejor apariencia, ni mucho dinero
Vivimos deprisa, compensamos la falta de tiempo con regalos materiales, nos camuflamos con accesorios que disimulen lo que creemos que nos falta…o que nos sobra…

Esperamos a ser felices cuando terminemos de pagar la hipoteca, cuando nuestros hijos tengan un futuro o cuando consigamos ese ascenso que nos convierta en personas exitosas de cara a los demás aunque en el fondo sintamos que la cima es más fría y solitaria de lo que habíamos imaginado.

Todo son espejismos del ego que maneja a su antojo nuestro devenir.

No acumules dinero, acumula experiencias, acumula miradas que brillen cuando te reflejes en sus pupilas, acumula abrazos de esos que te reinician, acumula los “tenía ganas de verte” y los “cuando estoy contigo pasa el tiempo volando”, acumula los “te eché de menos”, acumula los silencios que lo dicen todo ante palabras que no dicen nada, acumula sueños, consíguelos y ve a por otros nuevos.

Acumula momentos de colores que pinten tu vida, que sean tu esencia, lo que nadie pueda quitarte, conviértete en esa persona con la que todo el mundo quiera quedarse.

INMA REYERO DE BENITO

jueves, 8 de agosto de 2019

COMO LA VIDA MISMA: SENTIR COMO PROPIO



Mi marido es el último descendiente de su familia materna y, por ello, el único heredero de la casa de sus ancestros en el pueblo de Portilla de la Reina. Se trata de una construcción de más de un siglo, ambiciosa para estar ubicada en una zona agreste de Picos de Europa, levantada por el abuelo Pancho cuando volvió de México, con sus ganancias de indiano y la mentalidad de quien ha visto mundo y sabe, entre otras cosas, lo que es un cuarto de baño con inodoro. Es un edificio señorial adosado a la roca, de tres pisos y desván, con tres hermosos balcones en la fachada, al que se accede por una airosa escalera de piedra, coronada por un arco metálico, en tiempos mejores cuajado de rosas perfumadas. Dos jardines escoltan la escalinata a ambos lados, cercados con una verja de hierro forjado, donde crecen en desorden plantas silvestres,  enredaderas y flores, a la sombra de dos ciruelos centenarios. La casa conserva en su interior la estructura primitiva, salvo por la reforma que convirtió la hornera en una cocina “moderna” y la hornilla en una chimenea que aprisionó el fuego tras una puerta de cristal.

La primera vez que entré me sentí una extraña, como si me estuviera colando en un mausoleo familiar. Se percibía un ambiente de abandono y decadencia, tanto en el jardín como en el interior, propiciado porque en los últimos años no se había podido cuidar con el mimo de costumbre debido a la enfermedad y posterior muerte de mi suegra. Olía a humedad y a cerrado. No había televisión, ni cobertura de móvil. Se dormía en un jergón de lana, la bañera tenía cien años y se veían por doquier sospechosas manchas de óxido, además de una legión de moscas muertas y hacendosas arañas. Unos extraños me contemplaban reprobadoramente desde sus fotos en blanco y negro, solemnes y serios, como si estuviera mancillando su espacio y alterando su reposo. El sonoro tictac del reloj de pared semejaba el latido inexorable del tiempo que pasa y va desgastando todo a su paso, dejando sin sentido tantas ilusiones…

Poco a poco, según fue entrando el aire puro y el calor del sol, he ido tomándole un inmenso cariño a la casa. Pero sobre todo he ido haciéndola mía al ritmo de mi trabajo: ahora que brillan los muebles antiguos con nuevo lustre, que la puerta de entrada luce como cuando se inauguró, que los cristales relumbran al sol, que las cortinas y los pañitos vuelven a ser blancos… Ahora, este es mi hogar. Mis pertenencias han encontrado su sitio. Y me siento libre para husmear en los armarios, cambiar de lugar o sustituir lo estropeado. Los retratos de abuelos, tíos, suegros… me miran más sonrientes desde que he limpiado los polvorientos marcos y los cristales se han vuelto transparentes. Ahora que sé más de ellos, me parece que se alegran de vernos llegar cada verano, llenando la casa de bullicio, como cuando ellos la habitaban. He compartido sus recuerdos y he creado los míos, convirtiéndome por derecho en una más.

Incluso el aislamiento se ha convertido en un lujo, porque en ningún lugar duermo como allí, sumergida entre la cálida lana, con el dulce arrullo del agua que corre. Con tiempo para leer, para pensar, para charlar, para pasear. Y cada vez que aspiro el aroma de una azucena o una rosa del jardín, que tomo mermelada casera de “nuestras” ciruelas, siento que pertenezco a ese lugar y que no hay otro igual en el mundo, porque es el mío.

La casa es mía porque la he conquistado poniendo en ella lo mejor de mí, porque allí vivo mi amor por Gerardo y por todo lo que le importa. Pienso que la clave para sentirse integrado y feliz en un ambiente, en un trabajo, en un grupo… es tu actitud. Si te sientes inadaptado, rechazado incluso, piensa qué estás poniendo de ti en ello. Necesariamente, allí donde has depositado con cariño algo tuyo, ya sea material, emocional, espiritual… te reconocerás a ti mismo y te será fácil encontrarte a gusto.

Ana Cristina López Viñuela

sábado, 3 de agosto de 2019

EL RINCÓN DE INMA: NO SON LOS DÍAS, SIEMPRE ERES TÚ.


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Hay días que no… el tiempo no pasa, te sientes pesado, todo va a cámara lenta, no estás ilusionado, arrastras los pies y tu cuerpo les sigue, sin rumbo.

Son días como tardes de otoño, las hojas parecen suspendidas en el tiempo y de repente caen velozmente, sorprendidas por el viento sin posibilidad de remontar su vuelo.

No te gusta estar así, lo evitas, quieres huir, luchas contra esa sensación, sólo consigues hundirte un poco más en el bucle, en tu bucle.

Sólo cuando paras y te escuchas te das cuenta que no pasa nada, que tu desasosiego, tu apatía, tu angustia se irán si no las alimentas.

Cuando eres consciente de que te sientes mal, de que es un día que no… es porque ha habido días que sí… y sabes como volver a ellos, sabes que no son los días, siempre eres tú, sin prisa, te vas a reinventar las veces que haga falta, no eres un producto acabado, y te levantas, secas tus lágrimas y sigues porque sabes que hay días que sí… y que siempre eres tú.

Inma Reyero de Benito

jueves, 1 de agosto de 2019

COMO LA VIDA MISMA: EL MELODRAMA


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Se suele llamar melodrama a cualquier tipo de obra teatral, cinematográfica o literaria cuyos aspectos sentimentales, patéticos o lacrimógenos están exagerados con la intención de provocar emociones en el público.

A veces nos figuramos que somos los protagonistas de un culebrón y sentimos que nuestra vida es una serie de catastróficas desdichas, donde solo tienen cabida las lágrimas y el espanto. Lo cierto es que nos hace sentirnos importantes, pero no es realista. Por eso nos quedamos de piedra cuando nos encontramos a personas que afrontan auténticos problemas y no hacen de ello un drama. Porque no somos tan especiales… aunque en el fondo nos gustaría, por aquello de que los que nos rodean nos hagan caso y se “compadezcan” de nosotros.

Suena algo ridículo que nos quejemos de que ya no somos tan jóvenes como antes a personas enfermas, muy limitadas físicamente. O de que tenemos problemas en el trabajo a quien lleva años en paro. Antes de decir en tono desgarrado que no “somos capaces” de esto o de lo otro, que las situaciones “nos superan”, lo “difícilísima” que es mi circunstancia, que “a nadie” le pasa lo que a mí… habría que pensar que probablemente quien nos está escuchando también tiene lo suyo.

Que las palomas te ensucien el balcón es sin duda molesto, pero con ese argumento Hitchcock no habría rodado una película de terror como Los Pájaros; ni siquiera Eurípides podría componer una tragedia sobre un suspenso en una asignatura o una bronca con la suegra; ni se puede hacer una epopeya de preferir quedarse un rato más en la cama que ir a trabajar. Pero hay otros géneros tan interesantes o más, como la comedia o el de acción, a cuyos actores les pasan también muchas peripecias, algunas más afortunadas que otras, pero saben llevarlas con humor o con valentía, sin mirarse al ombligo, y terminan con un final feliz.

Cuando era estudiante me dieron un gran consejo: fíate más de la opinión de quien ha tenido éxito, que de los que han fracasado. El que ha suspendido un examen siempre te dirá que es “imposible” aprobar, que ni siquiera intentes sacar todo el curso. Si preguntas al que ha obtenido buenas notas, seguro que te dará otra perspectiva más animante y optimista. Si lo aplicamos a la vida, deberíamos tomar como ejemplo a los que han superado duras pruebas sin rendirse y no a los que se han dado por vencidos.

Todas las grandes aventuras comienzan igual, como decía Gandalf en El Señor de los Anillos: “Es peligroso, Frodo, cruzar tu puerta. Pones un pie en el camino y si no cuidas tus pasos, nunca sabes a dónde te puede llevar”. Afrontemos las situaciones imprevistas, duras, difíciles… que nos vayamos encontrando cada día con esa actitud de apertura y confianza, para que vayamos adonde tengamos que ir con la cabeza alta y una canción en los labios, con aire de héroe y no de víctima. Mejor que producir lástima y conmiseración es generar en los demás alegría, optimismo y coraje.

Ana Cristina López Viñuela