La compresión es uno de los valores
que más distingue a quien la posee. Facilita construirnos como seres humanos:
nos humaniza; nos acerca al prójimo y dificulta la crítica inútil y estéril al
tiempo que forjamos, mediante la
comprensión, unos vínculos de unión.
Potencia y fortalece la calidad humana y evolutiva: tiende puentes y lazos afectivos;
la incomprensión los destruye.
El "arte" de comprender
ejerce de bálsamo redentor en la relación humana.
Antes de criticar a nuestro
semejante, deberíamos ponernos en su lugar para comprenderlo. Entonces, desde esta posición,
deberíamos cuestionarnos cual hubiera sido nuestra actitud ante idéntica
situación. Con este solo ejercicio de humildad,
¿cuántas críticas y situaciones complejas- provocadas por nosotros mismos- nos
hubiésemos ahorrado en nuestra vida? Lo fácil es la crítica destructiva; lo
difícil es el "arte" de comprender para evitar tantos prejuicios sin
sentido.
Ante nosotros tenemos una ardua, pero maravillosa tarea, como es la de
comprender a nuestros semejantes. Intervienen diversos factores o actitudes.
Para comprender mejor a nuestros
semejantes, debemos evitar ponernos en
primera persona en la interrelación, y obligar a que los demás piensen y actúen
como lo haríamos nosotros mismos. Con esta evolutiva actitud, rebajaremos y evitaremos los puntos
conflictivos y de tensión; de lo contrario, los agudizaremos.
Para comprender a nuestros
semejantes debemos fortalecer la escucha, porque sin ella, improbablemente, llegaremos
a comprenderlos. Escuchar implica estar fuera de mí, para estar dentro de ti,
lo que equivale a escuchar y comprender tus
vivencias y tus razonamientos. No ponerme en primera persona, porque tú en ese
momento eres esa primera persona a la que debo escuchar para comprender. A través de la escucha se abren
las puertas de la comprensión, las que impedirán la crítica fácil y carentes de
sentido.
Por medio de la escucha responsable
-la que facilita la comprensión- se abren
los lazos afectivos. No podemos querer ni comprender a quien no escuchamos
porque no lo sentimos como ser humano. Una pared ni escucha ni retrasmite
emociones: no siente. Evitemos ser
como esa pared "muerta de emociones y de sentimientos", la que no escucha ni siente a sus semejantes.
¿Puedes
aceptar a tu semejante si no lo comprendes? La aceptación es otro de los
valores inherentes al arte de la comprensión. Cuando comprendes, tienes mayor
facilidad para aceptarle, y mayor dificultad para criticarle, facilitando a su
vez unos puntos de encuentro. La no aceptación es el "primer" motivo de
sufrimiento y enfrentamientos de la especie humana. No lo olvidemos.
Por medio de la comprensión, evitaremos la crítica fácil, destructiva y
sin sentido, la que tal vez, la sociedad practica con excesiva frivolidad y
facilidad. Comprender para no criticar,
juzgar y condenar a nuestros semejantes.
El arte de comprender es una de las primeras
artes que la especie humana tiene ante sí, la que deberíamos practicar si deseamos construir un mundo mejor,
el que facilitará, en gran manera,
construirnos como persona y sociedad.
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