viernes, 8 de enero de 2021

EL RINCÓN DE INMA - VERDAD REVELADA

 


¡Media hora! La situación no era novedosa, su facilidad para complicarse la vida y ella formaban parte del mismo binomio. Vamos, vamos. Repasa. Horno a 180°. Lubina fresca sobre lecho de patata panadera. Un corazón en el espejo del baño después de la ducha. ¿En qué cajón duermen las medias de rejilla?

 

Quince minutos. Lluvia fina de cebolla roja cala hasta las espinas. Sal, pimienta. Se tuerce el tobillo con el tacón. No podía faltar a la cita el pintalabios de los días en que los planes salen bien.

Diez minutos. Selfie aplicando un filtro antiojeras. Desempolva la vajilla de las ocasiones especiales y la deposita con mimo en el mantel de lino.

Cinco minutos. Suena el timbre. Se acomoda la falda, se ahueca el pelo. Publicidad de unos grandes almacenes, "¿¡Me abre, por favor!?". Resopla.

 

Al ritmo de las prisas las copas tintinean por el pasillo. Aúlla el temporizador, apaga el horno, dejándolo entreabierto. Resuena el timbre, y el ascensor, y su corazón. El tiempo se detiene.

 

Dos puertas se abren de forma sincronizada y cuando se cierran las dudas salen por la ventana. Es ella.  Es ella. Dos mentes con un mismo pensamiento. A pesar de la evidencia ninguna de las dos se precipitará. Se acomodan en el espacioso salón, cada rincón está decorado al detalle. Destaca una alacena de madera de caoba labrada con motivos geométricos; se ha convertido con el paso de los años en un museo que atesora todo tipo de souvenirs de países remotos, fotos amarillentas, elefantes con la trompa hacia arriba, un atrapasueños que solo atrapa polvo, un abrecartas, una máscara veneciana y al fondo una bombonera repleta de hilos enmarañados.

 

Después de un estudio exhaustivo del entorno, Julia mira por la ventana con gesto nervioso, teme que alguien haya seguido sus pasos, pronto se tranquiliza, hay algo en la mirada de Elena que la calma, no tiene registrada en su cerebro esa sensación y nota que se le empieza a erizar la piel. Respira hondo, el vino hace el resto; cuando se dan cuenta han transcurrido casi tres horas, empieza a anochecer a la vez que en sus vidas penetran cálidos rayos dorados.

Siguen hablando de todo y de nada, no saben si por miedo o porque quieren alargar la conversación hacia ese horizonte que siempre se aleja cuando le persigues. Antes de descorchar la segunda botella, Elena, con pasos titubeantes se incorpora con suavidad, teme que al darle la espalda se esfume como un viejo truco de magia; perderla de nuevo sería letal. Busca una caja con forma rectangular, es de cartón con incrustaciones plateadas, en cada una de ellas se refleja su cara de entusiasmo; la coloca sobre su regazo, abre la tapa y saca la prueba irrefutable de su conexión, una foto manoseada unos días, a punto de romper otros; si no hablas de algo es como si no existiera.

 

Miran la foto y las dos observan lo mismo, sienten que ven doble; son dos niñas, vestidas igual, peinadas igual, de la mano, como dos gotas de agua, la misma sangre corre por sus venas, son hermanas y es la primera vez que las pupilas de una devuelven el reflejo de la otra.

 

La imagen de la foto salta al sofá, en cuerpos de mujer siguen siendo dos niñas dispuestas a entrelazar sus manos y tejer el futuro que una mentira les arrebató.

 

INMA REYERO DE BENITO

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