Los placeres como el sufrimiento son unos sentimientos inherentes al ser humano: nuestro deber; evitar el sufrimiento que tanto dolor produce en nuestra existencia.
Diversas
pueden ser las causas de dicho sufrimiento, entre ellas: situaciones que se escapan a nuestro control;
cuando la ignorancia nos impide hallar
la respuesta reparadora; el miedo, el que condiciona la libertad de acción en
sus diversos aspectos; cuando la pérdida de un ser querido resulta inasumible;
sentirnos rechazados afectiva o físicamente por las personas cuando necesitamos
ser aceptados; el ego, ese
gran enemigo en nuestro proceso evolutivo, el que rechaza las críticas
razonadas cuando no son favorables; no aceptar
las dificultades y contratiempos de la vida, cómo aquellas otras situaciones
que, por sus características, nos producen malestar y sufrimiento… De nuestra actitud, dependerá continuar
con tanto sufrimiento o, por el contrario,
su resolución.
Postergar la resolución:
No afrontar los problemas en su origen, supondrá multiplicarlos en el tiempo. Debemos evitar
su enquistamiento, de lo contrario, su resolución será más dolorosa y duradera:
llenaremos la mochila de despropósitos existenciales sin resolver, de basura
emocional, la que tanto dificulta vivir en plenitud.
Ignorar las causas:
La herida física podrá ser curada cobrando conciencia de su existencia.
Ignorarla, supondrá prolongar el dolor: Las heridas emocionales producidas por conflictos con nuestros
semejantes o por situaciones no aceptadas,
se perpetuarán en el tiempo hasta que decidamos responsablemente enfrentarnos a
ellas desde la madurez-como punto de partida-, al tomar conciencia de sus
causas para su posterior resolución.
Reprimir:
Otra de las actitudes más nefasta y negativa es la de reprimir la existencia de
un conflicto. Dificultará cobrar conciencia de su existencia cuya consecuencia
será la de eternizarse sin solución. Reprimir la realidad, negarnos a cobrar conciencia de su existencia
justificando nuestra irresponsabilidad culpando al otro, estaremos ante una de las
peores situaciones como es la cronificación de un conflicto.
No
expulsar un alimento ingerido en malas condiciones nos producirá molestias
hasta su "expulsión". Reprimir
la realidad de un problema o conflicto sin resolver, se
asemejará a ese alimento ingerido
inadecuadamente: nos producirán malestar hasta su aceptación y resolución.
Aceptar. Esta es la palabra mágica por excelencia en
la supervivencia emocional y existencial del ser humano: La que le proporciona
esa paz interior tan necesaria en su
proceso terrenal y evolutivo, sin la cual, está condenado y encadenado
al sufrimiento. "NO EXISTE OTRA POSIBILIDAD".
Evidentemente,
ante las pérdidas más dolorosas, cómo es la de un ser querido, la aceptación nos ayudará enormemente a
acortar el tiempo de duelo. Querer a las
personas en vida; demostrarles afecto y cercanía, ayudará a acortar dicho tiempo.
Nada tendremos que reprocharnos en el futuro: SUPIMOS QUERER EN VIDA. Recordar el afecto y el tiempo compartido con
agradecimiento a la vida por darnos esa oportunidad, debe ser el punto de
partida para recordar a nuestros seres queridos con cariño antes que con tanto
dolor. Éllos, allá adónde estén, así lo desean.
Ante
una desgracia personal o familiar, en lo posible, evitemos pensar: ¡porqué me ha tocado a mí y no a otro! ¿Cómo
viviríamos de ser habitantes de esos continentes tan abandonados sin
expectativas de una vida mejor? Miremos con humildad la hambruna de los países
del tercer mundo; las guerras fratricidas, dónde la vida de un ser humano vale menos que
un animal de compañía en los países desarrollados; dónde los muertos ni tienen
la mínima consideración…
Aceptemos
lo que el destino nos -da o nos quita- depara a pesar de los contratiempos y
pérdidas sufridas en nuestro caminar.
Desde la evolución y el crecimiento
personal estaremos más capacitados en la aceptación de las desventuras que la vida nos depara.
LA
ACEPTACIÓN ES EL DIOS INFALIBLE QUE NOS EVITARÁ TANTO SUFRIMIENTO INNECESARIO.
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