EL PADRE ÁNGEL: LA SONRISA DE LA PAZ
Ángel
García, más conocido como el Padre Ángel, es el fundador de Mensajeros de la
Paz y un rebelde que no se conforma con lo que hay, pero sí con lo que tiene.
Ante todo, sus niños. Él cree que ¡ahora el mundo es mejor!
1.
Un rebelde Mieres que no necesita apellido
El
padre Ángel nació en Mieres, pero es ciudadano del mundo y no necesita sus
apellidos: es el Padre Ángel. Quería ser como el cura de su pueblo, don Dimas,
que ayudaba a la gente con medios materiales, pero, sobre todo, con cariño. Y
es rebelde, no se conforma con la guerra ni con la violencia ni con el hambre
ni con la injusticia. No puede soportar ver sufrir a la gente y cuando no puede
hacer nada más, reza, dice, para sentirse cerca de los que sufren: “que nos
duela el alma con su sufrimiento”.
No
cree en los tópicos, ni en la crisis de valores –“hay crisis de valores
entendiendo la crisis como cambio, no como desaparición”- ni en la crisis de la
familia: “¿cuándo ha sido tan importante la familia como ahora?”. Para él han
sido un referente sus padres, -“a los que nunca olvido y que tanto me
ayudaron”-, San Juan Bosco y su Santina, La Virgen de Covadonga, a la que
siempre tiene presente. Si algún paisaje es bonito, dice, lo es “si se parece a
Asturias”. Y es del Oviedo y del Real Madrid.
Le
importa la gente y mucho más “la soledad de la gente”, la gente pobre y la
gente sola, la que sufre en soledad. Por eso le preocupan los niños
abandonados, los ancianos, los enfermos, los discapacitados, los toxicómanos.
Pide compromiso social y que tomemos todos una postura activa ante la
desigualdad, “contra la injusticia el primer paso es compartir el dolor de los
demás, pero luego hay que actuar”.
Dedicado
al mundo de la marginación, fundó junto con Ángel Silva en 1962 la asociación
Cruz de los Ángeles –“los dos éramos curas y nos llamábamos Ángel”- sin
importarle el nombre ni los estatutos; solo querían poder dedicarse a los niños
necesitados, proporcionarles a los que vivían en la calle un hogar normal. Su
primer socio fue el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. La asociación nació
como sociedad civil para no tener ataduras eclesiales. Trabaja como laico
siendo cura, un cura de Oviedo. Más tarde su fundación pasó a llamarse
Mensajeros de la Paz y se extendió por toda España e internacionalmente. El
nombre lo tomó de un disco en el que unos cantantes, que no tuvieron excesivo
éxito, ayudaron a su causa y compusieron, entre otras, una canción que se
llamaba así.
La
otra parte de Mensajeros es la Asociación Edad Dorada, que funda residencias de
ancianos y centros de día y se propone que los mayores no estén solos. A él lo
que le molesta de este sistema es que deja de lado la sabiduría de los ancianos
y, sobre todo, su abandono y que pueda faltarles amor cuando están al final de
su vida. Poca gente sabe que el día de los abuelos, que coincide con la
festividad de San Joaquín y Santa Ana, el 26 de julio, es una jornada
instituida por Mensajeros de la Paz y reconocida por la Santa Sede. Su
presidenta de Honor fue Doña María de las Mercedes, madre del rey (Juan Carlos
I), y su teléfono Dorado lo inauguró el rey (Juan Carlos I) para que a ningún
mayor le faltase una llamada de consuelo.
2.
Dejad que los niños se acerquen a mí: el primer beso
¿Fue en el hospicio de Oviedo donde empezó tu obra a
favor de los niños abandonados?
Era
un hospicio con más de 1000 niños, con el mandiló azul, todos pelaos al cero.
No tenían casi ni nombre y tenían una cara de tristeza… Me nombraron capellán
de ese hospicio con 24 años. Entonces me juré y me prometí que aquello había
que cambiarlo, que esos internados de hospicio había que cambiarlos y empezamos
a hacer hogares o casas de siete u ocho niños para que, en vez de que vivieran
quinientos niños juntos, hubiera ocho en cada casa. Y así empezamos la obra de
mensajeros de la Paz. Todo el mundo necesita amor, pero a mí me da más pena
quien no tiene nada, que los que tienen algo y especialmente los pequeños y los
mayores.
Ha
pasado por todo, ha visto de cerca la guerra, el hambre, la malaria, el sida,
la injusticia social en todas sus versiones, pero lo que más le ha marcado ha
sido un beso, un beso de un niño falto de ternura y de cariño.
Se
indigna hablando de la guerra; no olvida la muerte de un niño de malaria a su
lado; fue el primero en llegar a El Salvador y en su cabeza y en sus oraciones
tiene presente el horror y el desastre vivido tras el terremoto.
Además, has tenido un cáncer. ¿Cómo viviste esa
experiencia?
Cuando
te lo detectan, lo primero que temes es que se te puede ir la vida y lo
aceptas, pero cuando sales adelante, das gracias a Dios y amanece. Piensas que
somos tontos por no valorar lo que tenemos y que la vida hay que abrazarla.
Cuando lo superas, sales con más fuerza.
Pero, sin embargo, uno de los mayores impactos fue el que
te provocó Tinín, un niño de 7 años, al que besaste…
¡Nunca
nadie le había besado! ¿No es sangrante?
En su
ayuda a los niños no hay fronteras y por ellos ha pasado de ser aquel padre
Ángel que consiguió que hermanos y hermanas vivieran juntos en sus hogares de
Oviedo, a la apuesta por la cooperación internacional en toda su extensión.
Dos tercios del presupuesto anual se dedican a la
cooperación internacional. ¿No es así?
Sí,
los niños se merecen lo mejor en el presente porque son nuestro futuro.
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