Si hubieras descubierto el mar que llevas dentro, la
marejada
traería caracolas y tesoros en vez de peces muertos. Si
cada
latido fuera un secreto descubierto, cada emoción una
caja de
regalos por abrir y en cada pupila hubiera otra pupila
reflejada,
la oscuridad de la noche sería
para
danzar y pasear de la mano.
Nunca es tarde para descubrir un aleteo de pardal en la
mejilla, un remolino de vencejos en la sangre o para el
baile
que hacen las anémonas con las doradas. Siempre es tiempo
para llegar a deshora. Siempre es el momento
si
eres el capitán de tu propio barco.
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