domingo, 13 de noviembre de 2016

PARÁBOLA: GANA EN SABIDURÍA PARA SER LIBRE

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Un rey rico llamado Plousios había plantado un bosque para cazar en él y publicado un edicto prohibiendo a todo el mundo entrar.

Un día, mientras cazaba, encontró una cabaña que, un mendigo, llamado Penicros, había construido, violando el edicto.

Furioso, Plousios ordenó que colgaran a Penicros y destruyeran su cabaña; pero Penicros dijo: “si me cuelgas antes de escuchar mi sabiduría, siempre lo lamentarás”. “¿Qué te hace pensar que eres sabio?”, preguntó Plousios; y Penicros contestó: “porque he construido mi cabaña en el bosque de Plousios y, por lo tanto le he encontrado, que es lo que deseaba, pues tengo consejos que ofrecerle”. Divertido por la temeridad de su respuesta, Plousios ordenó que montaran a Penicros en un burro y lo llevó con él a la ciudad; y en el camino le interrogó: “Dime la diferencia entre un buen hombre y un mal hombre”. Penicros contestó: “un hombre malvado reñía con un hombre bueno y le decía: por cada palabrota que me profieras te devolveré diez. El hombre bueno respondió: por cada diez palabrotas que me profieras, no te devolveré ninguna. He ahí la diferencia entre un hombre malvado y uno bueno; y entre un necio y un sabio”.

Impresionado por la respuesta, Plousios respondió: “¿Es cierto que tanto en el hombre como en la naturaleza todo crece con el tiempo?”. Y Penicros contestó: “Hay una cosa que no: la pena”. Plousios dijo: “Se nos advierte que al enviar un mensaje tengamos cuidado con el mensajero que enviamos. ¿Por qué?”. Penicros respondió: “porque el carácter del enviado nos dice mucho del carácter de quien lo envía”. Plousios preguntó: “Todo animal tiene su color, sus manchas o rayas, para esconderse en el bosque; ¿cuál es el mejor método para que el hombre se esconda?”. Penicros respondió: “hablar”. Plousios preguntó: “¿Cuál es el peor tipo de hombre?”. Penicros respondió: “el que se cree bueno”. Plousios preguntó: “¿No sería bueno que un reino durara siempre?”. Penicros contestó: “si así hubiera sido con su padre ¿dónde estaría su majestad ahora?”. Plousios dijo: “Los niveladores dicen que no hay diferencia entre los nobles y los comunes. ¿Es eso cierto?”. Penicros respondió: “Hubo una vez un noble que hablaba con desprecio a un pobre estudioso quien le respondía siempre con términos amables. Tras repetirse esto durante un tiempo, el estudioso replicó al final: parece que tu noble linaje acaba contigo, mientras que el mío podría estar comenzando conmigo. En otra ocasión un hombre de alta cuna insultaba a un sabio plebeyo: dices que mi linaje es una mancha para mí, dijo el sabio; pero tú eres una mancha en tu linaje”. Y Penicros dijo: “la muerte es el temor de los ricos y la esperanza de los pobres. Hay una historia que nos cuenta una verdad más profunda acerca de la diferencia entre un noble y un plebeyo, un rico y un pobre: Había una vez alguien parecido a Plousios y alguien parecido a Penicros, que viajando juntos fueron emboscados por ladrones. ¡Ay de mí si me reconocen! Dijo el que se parecía a Plousios. ¡Ay de mí si no me reconocen! Dijo el que se parecía a Penicros”.

“Aún más: el heredero de un hombre rico había despilfarrado el dinero, y un sabio pobre lo vio comiendo pan y olivas. Dijo al rico empobrecido: Si alguna vez hubieras pensado que éste hubiera podido ser tu banquete, éste no sería tu banquete. Éstas son las diferencias. Como hombre y hombre, mujer y mujer, ni hay ni debería haber diferencia alguna a los ojos de un rey o de un juez, pues no hay ninguna diferencia en su naturaleza”.

Plousios preguntó: “¿Por qué morimos?”. Y Penicros contestó: “Porque vivimos”.

Plousios preguntó a Penicros sobre amigos y enemigos, y Penicros contestó: “mejor un enemigo inteligente que un amigo necio”.

Plousios preguntó: “¿Alguna vez está bien mentir?”. Y Penicros respondió: “En tres casos es permisible: en la guerra, en la reconciliación entre dos hombres y para apaciguar a una esposa. Y de manera más general se dice que una verdad a destiempo hace daño”. Plousios dijo: “No eres un mendigo, eres un sabio”. Y Penicros respondió: “en efecto, pues tú has sido el mendigo pidiéndome sabiduría. En la vida, la razón es el piloto; la ley, la luz por la que se guía; sabiduría es reconocer que la ley proviene de la naturaleza; y la razón es el don de la naturaleza para el hombre. El hombre no posee garras para luchar, ni un grueso pelaje con qué protegerse del invierno, pero puede gobernar sobre aquellos que poseen garras y pelaje, si lo desea”. Plousios dijo: “dime qué quieres a cambio de todo lo que me has enseñado hoy”. A lo que respondió Penicros: “se dice que Diógenes, el filósofo, cuando el emperador Alejandro se dirigió a él, que vivía en un tonel, ofreciéndole recompensas, respondió: sí, puedes recompensarme, apartándote, pues me tapas el sol. Pero yo sí aceptaré una recompensa de ti: déjame construir una cabaña en tu bosque y vivir en ella en paz”. Y Plousios, que aquel mismo día había ordenado que colgaran a Penicros por construir una cabaña en su bosque, le dio permiso para que viviera allí de ahí en adelante. He aquí la recompensa de la sabiduría.

Extraído del Buen libro de Grayling.

Que sigas ganando en sabiduría, querido amigo/a. Un fuerte abrazo.

Juan Fernández Quesada. 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias son enseñanzas muy profundas y me alegran el alma.

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  2. Me alegro de que te guste Mercedes. Hay que trabajar de forma continua para ganar en sabiduría, pero ésto sin el ingrediente de conectarte con tu Fuente es incompleto. El único problema del ser humano es creerse separado. Formas parte del todo. Si esto lo tienes claro, tu sabiduría está asegurada. Un besín.

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