Esta es una de las emociones que más nos cuesta erradicar de nuestras vidas. Tiene una influencia negativa en nuestras vidas y en la vida de quienes nos rodean. Se activa cuando creemos que alguien está atentando intencionalmente contra nosotros o contra nuestros intereses o personas queridas. El diálogo interno de alguien que tiene este sentimiento es del tipo: “Esta persona no debería haber actuado como lo está haciendo”. Es decir, parece ser que nosotros somos los que decidimos cómo tendrían que actuar los demás conmigo. También puede ser en otro sentido: “Esta persona debería haber hecho….”. Como vemos el diálogo es similar al otro. Tanto en un sentido como en otro el creer que los demás deben o no deben actuar de una forma determinada es lo que nos lleva al sentimiento de enfado o irritabilidad. Esto es lo que los psicólogos cognitivos denominamos “debotitis hacia otros”. Es decir una inflamación de los “debo o tengo que”. Otras veces este enfado puede estar condicionado por cansancio, estrés, enfermedad, tomar algunas sustancias, por ejemplo alcohol.
No siempre el enfado es
negativo. Por ejemplo, voy a comprar unos plátanos y me los dan enormemente
pasados. Mi cara y expresión de enfado puede hacer que el vendedor no vuelva a
dar plátanos en esas condiciones. Mostrar nuestro enfado de forma controlada y
adecuada en determinadas situaciones puede generar respuestas adecuadas en los
demás, pero no hay que hacer un uso ni abusivo ni inadecuado de ello, porque
tendríamos la tendencia a intentar influir en los demás provocando miedo en
ellos. Antes bien, en general, sería bueno que intentáramos estimular a los
demás en su conducta positiva y no tanto estar pendiente de lo negativo. Por
ejemplo, sería más conveniente decirle a nuestro tendero: “Es fenomenal tener un tendero que se preocupa de no dar la fruta pasada
a sus clientes”. Comentarios de este tipo harán que las personas se sientan
dispuestas a hacer bien su labor.
No obstante, recuerda, si el
estar enfadado es algo frecuente en tu vida, se ha transformado en un hábito y
sería bueno que trabajases intensamente en cambiar los pensamientos que
preceden a ese estado.
Para trabajar en el enfado
puedes hacer lo siguiente:
1)
¿Qué ha sucedido para enfadarte? Escribe la
situación.
2)
¿Esta reacción se produce en ti con
frecuencia ante este mismo tipo de situación?
3)
¿Expresa lo más detalladamente posible cómo
te has sentido?
4)
¿Qué emoción o emociones han intervenido?
5)
¿Qué te gustaría cambiar de ti en estas
situaciones?
6)
¿Cómo sueles expresar tu enfado? Es decir,
indica la parte conductual.
7)
¿Qué pretendes conseguir con tu enfado?
8)
¿Tu enfado consigue que obtengas buenos
resultados en la relación con esa persona y cambios deseables continuos o
estables en la conducta del otro?
Si a esta última pregunta
has contestado de forma negativa, vamos a dar forma a tu reacción.
1)
¿Qué ha afectado en ti la situación que tú
crees te enfada?
2)
¿Cuándo has sido consciente de tu emoción de
enfado?
3)
¿Por qué te has enfadado?
4)
En una escala de 0 a 10 evalúa la intensidad
del enfado.
5)
¿Has expresado tu enfado o te has callado y
no lo has expresado?
6) Si lo has expresado, ¿cómo lo has hecho? ¿en
qué momento? ¿para qué?
7)
¿Cuál ha sido la repercusión de tu enfado en
los otros?
8)
¿Cuál ha sido la repercusión en ti?
9) ¿Qué aspectos modificarías la próxima vez que
te surgiese una situación similar?
Seguro que te harás
consciente de que te sitúas como víctima de la situación y no como responsable
de tus emociones. Caer en el papel de víctima sólo nos lleva a quejarnos, en
lugar de a hacernos cargo de lo que sentimos y a tener más capacidad de
controlar la situación. Solemos pensar que el problema está en los demás, pero
¿qué ocurriría si te posicionaras como responsable? Prueba.
A veces cuando observamos a
otros en esos estado de enfado y nos sentimos identificados con ellos, nos
sentimos avergonzados. Te pido que observes a otros en estas reacciones de ira.
En esta observación de otro identifica lo siguiente:
1)
¿Qué le ha enfadado?
2)
¿Cómo lo ha expresado?
3)
¿Cómo lo ves desde la posición de observador?
4)
Si esa persona fueras tú, ¿cómo te
definirías?
5)
¿Qué le aconsejarías a esa persona que
cambiase?
Como verás desde la posición
de observador actuamos más objetivamente porque el grado de implicación es
distinto.
Una cosa muy importante en
la ira, es pararla en los inicios, pues una vez está desbocada, es difícil
hacerse con el control de ella. Para ello haz lo siguiente:
1) Identifica el enfado que quieres parar.
2) Cuenta hasta 20 antes de reaccionar.
3) Valora la situación de 0 a 10.
4) Valora la reacción de la otra persona. En
este estado de ira los sujetos lo suelen valorar como “muy malo”. Eso se llama “tremenditis”.
La tremenditis suele llevar asociadas las etiquetas de “Es horrible”, “Es
dramático”, “Es tremendo”, “Es catastrófico”. ¿Es tan dramática la situación?
5) ¿Cómo sería mejor expresar tu disgusto?
6) ¿Qué beneficios obtendrías si expresaras tu
disgusto de otra forma?
7) No realimentes tu enfado poniendo de muy malo
al otro en tus diálogos con los demás.
Es decir, con todo lo
planteado quiero que:
1) PARES.
2) PIENSES.
3) ACTÚES.
Y, por último, vamos a
aplicar una técnica que se llama ANCLAJE de la Programación Neurolingüística:
1)
Identifica el enfado que quieres parar.
2)
Elige una conducta que te ayude a recordar lo
que quieres parar (tocarte la oreja
derecha, mover la cadena de tu reloj,
etc.).
3)
Escribe una frase que te haga recordar lo que
quieres hacer, a partir de ahora, con tu irritación.
Este anclaje lo tienes que
usar cuando empieces a detectar las primeras señales de tu emoción de
irritación, es decir, cuando tu corazón empieza a acelerarse, notas que la
temperatura de tu cara comienza a aumentar, tu ceño se empieza a fruncir, tu
mandíbula se tensa, tus músculos se tensan, etc. Este anclaje te permitirá ver
tu emoción desde fuera y aprenderás a gestionar tu ira de la manera más
conveniente para ti.
Espero te sirva de ayuda en
tus futuras situaciones que vivas.
Un fuerte abrazo.
Juan Fernández Quesada
No se puede decir mejor, muy práctico y necesario y al ponerlo en uso se gestiona mucho mejor el día a día.Como siempre muchas gracias y un abrazo
ResponderEliminarDarse tiempo en dar una respuesta más adecuada y eficaz en la situación, mejora las respuestas futuras del sujeto, y el sentimiento de competencia en el manejo de los sentimientos, mejora la autoestima. Un besín, Isabel.
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