Pero ¿qué
implica cambiarse a sí mismo? Lo he dicho en muchas palabras, una y otra
vez, pero ahora voy a descomponerlo en pequeños segmentos. Primero,
visión. No el esfuerzo, no el cultivo de hábitos, no un ideal. Los ideales
hacen mucho daño. Todo el tiempo usted está concentrado en lo que debe ser en
lugar de concentrarse en lo que es. Y así está imponiendo lo que debe
ser a una realidad presente. Les daré un ejemplo de visión de mi propia
experiencia como consejero. Un sacerdote me busca y me dice que es perezoso;
quiere ser más industrioso, más activo, pero es perezoso. Le pregunto qué
quiere decir "perezoso". En los viejos tiempos le habría dicho: "Veamos:
¿Por qué no hace una lista de las cosas que usted quiere realizar todos los
días, y por la noche la comprueba? Eso le hará sentirse bien; así puede
adquirir el hábito". O podría decirle: "¿Quién es su ideal, su
santo patrono?". Y si dijera que San Francisco Javier, le diría: "Mire
como trabajó Francisco Javier. Usted debe meditar sobre él y eso lo pondrá en
movimiento". Ésa es una forma de actuar, pero siento decir que es
superficial. Hacer que él use su fuerza de voluntad, que haga esfuerzo, no dura
mucho. Su comportamiento puede cambiar, pero él no cambia.
De manera
que ahora me voy en otra dirección. Le digo:
- ¿Perezoso?
¿Qué es eso? Hay un millón de variedades de pereza. Miremos cuál es su tipo de
pereza. Dígame que significa perezoso para usted.
Me dice:
- Bueno, yo
nunca termino nada. No me dan deseos de hacer nada.
- ¿Es
decir, desde el momento en que se levanta por la mañana?
- Sí. Me
despierto por la mañana, y no hay nada por lo cual valga la pena levantarme.
Entonces,
¿está deprimido?
- Podría
decirse que sí. Es como si estuviera en retirada.
- ¿Siempre
ha sido así?
- Bueno, no
siempre. Cuando era más joven, era más activo. Cuando estaba en el seminario,
estaba lleno de vida.
- Entonces,
¿cuándo empezó eso?
- Ah, hace
unos tres o cuatro años.
Le pregunto
si algo sucedió en ese entonces. Lo piensa un rato. Le digo:
- Si tiene
que pensarlo tanto, no puede haber sucedido algo muy especial hace cuatro años.
¿Qué tal el año anterior?
- Ese año
me ordené
- ¿Sucedió
algo el año de su ordenación?
- Hubo un
pequeño incidente, el examen final de teología; no lo aprobé. Fue una
desilusión, pero ya lo superé. El obispo pensaba mandarme a Roma para que
después enseñara en el seminario. La idea me gustaba, pero como no aprobé el
examen, cambió de opinión y me mandó a esta parroquia. Realmente, hubo algo de
injusticia porque...
Estaba
agitado; había allí una ira de la que no se había recuperado. Tiene que
solucionar esa desilusión. Es inútil echarle un sermón o darle una idea. Tenemos
que lograr que se enfrente con su ira y su desilusión y que de ello obtenga
algo de visión. Cuando sea capaz de solucionar todo eso, tendrá
vida de nuevo. Si yo lo exhortara y le dijera que sus hermanos y hermanas
casados trabajan mucho, eso solamente lo haría sentirse culpable. No tiene la
visión de sí mismo que lo va a curar. De manera que eso es lo primero.
Hay otra
gran tarea: la comprensión. ¿Usted pensaba realmente que esto
lo iba a hacer feliz? Simplemente suponía que lo iba a hacer feliz. ¿Por qué
quería usted enseñar en el seminario? Porque quería ser feliz. Usted creía
que ser profesor, tener un cierto status y prestigio lo haría feliz. ¿Sí
sería así? Aquí se requiere comprensión.
Al hacer la
distinción entre "yo" y "mi", es muy útil desidentificar lo
que está sucediendo. Les daré un ejemplo de este tipo de cosa: Un
joven jesuita vino a verme; era un hombre amable, extraordinario, talentoso,
encantador, simpático - todo. Pero tenía un extraño problema. Los empleados le
tenían terror. Hasta se supo que en ocasiones los había agredido. Eso estuvo a
punto de convertirse en un caso de policía. Siempre que lo encargaban de los
jardines, de la escuela, o de lo que fuera, se presentaba este problema. Hizo
un retiro espiritual de treinta días en lo que los jesuitas llamamos la Tercera
Probación. Meditó día tras día sobre la paciencia y el amor de Jesús por los
menos privilegiados, etc. Pero yo sabía que eso no iba a producir ningún
efecto. De todos modos, regresó a casa, y las cosas mejoraron por tres o cuatro
meses (Alguien dijo que empezamos los retiros en el nombre del Padre, del hijo
y del Espíritu Santo, y que los terminamos como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos, amén) Después de ese lapso, volvió a ser
como al principio. De manera que vino a verme. En esa época yo estaba muy
ocupado. Aunque él había venido de otra ciudad de la India, yo no podía
recibirlo. De modo que le dije: "Voy a dar mi caminata vespertina; si
quiere acompañarme, está bien, pero no dispongo de más tiempo".
Entonces fuimos a dar una caminata. Yo ya lo conocía, y mientras caminábamos,
tuve una extraña sensación. Cuando tengo estas sensaciones extrañas,
generalmente las verifico con la persona implicada. De manera que le dije:
- Tengo la
extraña sensación de que usted me oculta algo ¿Así es?
Se indignó.
Me contestó:
- ¿Qué
quiere decir por "oculta" algo? ¿Usted cree que yo hice este largo
viaje para pedirle a usted algún tiempo a fin de ocultarle algo?
Le
manifesté:
- Es una
extraña sensación que tuve, eso es todo; pensé que lo mejor era verificarla con
usted.
Seguimos
caminando. No lejos de donde vivo hay un lago. Recuerdo la escena claramente.
Me dijo:
- ¿Podríamos
sentarnos en alguna parte?
- Muy bien
- le respondí
Nos sentamos
en un pequeño muro que bordea el lago.
- Usted
tiene razón, le estoy ocultando algo - me dijo, y rompió a llorar. Luego
agregó: - Le voy a contar algo que no le he dicho a nadie desde que soy
jesuita. Mi padre murió cuando yo era muy joven, y mi madre se convirtió en una
sirvienta. Ella lavaba orinales, retretes y baños, y a veces trabajaba
dieciséis horas diarias para conseguir con qué sostenernos. Eso me avergüenza
tanto que lo he ocultado a todo el mundo, y sigo vengándome, irrazonablemente,
de ella y toda la clase trabajadora. El sentimiento se transfirió. Nadie
podía comprender por qué este hombre encantador se comportaba de esta manera,
pero en el momento en que él lo vio, nunca más hubo problemas, nunca más.
Excelente reflexión nos ofrece Juan:
ResponderEliminarEXISTE UN PRIMER PASO IMPORTANTE EN NUESTRAS VIDAS: SI DESEAMOS CAMBIAR DE ACTITUD, ANTES DEBEMOS COBRAR CONCIENCIA DE NUESTROS ERRORES.
Feliz día.
Joan
¡Hola Joan!: Precisamente en tu libro "Conocerme para evitar el sufrimiento innecesario" hablas de saber quien soy, saber quién eres, adónde voy, adónde vas. Comprender para no tener que perdonar; comprenderte a través de tu palabra (escucharte), para no criticarte, no juzgarte, no condenarte; comprender tu esfuerzo recompensado para no caer en mi destructiva envidia; comprender para aceptar que lo tuyo es mío; comprenderme para comprenderte. Bellas palabras. Un abrazo. Gracias.
ResponderEliminar