En la India
tuvo lugar un día especial en mi vida. Fue en realidad un gran día, el día
después de mi ordenación. Estaba confesando. En nuestra parroquia teníamos a un
sacerdote jesuita muy santo, un español, a quien yo conocía desde antes de
ingresar al noviciado. La víspera de irme para el noviciado, pensé que lo mejor
era aclarar todo de manera que cuando llegara al noviciado estuviera limpio de
todo y no tuviera que contarle nada al maestro de novicios. Solía haber largas
colas de gente esperando para confesarse con este viejo sacerdote español.
Tenía un pañuelo de color violeta con el cual se cubría los ojos y murmuraba
algo, le imponía a uno la penitencia y lo despedía. A mí me había visto
solamente un par de veces, y me decía Antonie. De manera que hice la cola y
cuando me llegó el turno, traté de cambiar mi voz mientras me confesaba. Me
escuchó pacientemente, me impuso la penitencia, me absolvió, y luego me dijo:
"Antonie, ¿cuándo te vas para el noviciado?".
Bueno, de
todas maneras, fui a esa parroquia al día siguiente de mi ordenación, y el
anciano sacerdote me dijo:
- ¿Quieres
confesar?
Yo le
contesté
- Está
bien.
- Siéntate
en mi confesionario.
Yo pensé:
"¡Caramba!,
yo soy un santo. Voy a sentarme en su confesionario". Confesé
durante tres horas. Era Domingo de Ramos y con motivo de Pascua había mucha
gente. Terminé deprimido, no por lo que había oído, porque ya lo esperaba, y, al
comprender algo de lo que ocurría en mi propio corazón nada me escandalizaba. ¿Saben
qué fue lo que me deprimió? Darme cuenta de que le estaba diciendo a la gente
todos esos piadosos lugares comunes: "Rézale a la Madre Bendita, ella
te ama", y "recuerda que Dios está de tu lado". ¿Eran
estos piadosos lugares comunes una cura para el cáncer? Y la falta
de consciencia y realidad con la que me enfrento es un cáncer. De manera
que ese día me juré a mí mismo: "Aprenderé, aprenderé,
de manera que cuando todo concluya no me digan: "Padre, lo que me dijo era
absolutamente cierto, pero totalmente inútil".
Consciencia,
visión. Cuando ustedes sean expertos (y pronto serán expertos) no
necesitarán hacer un curso de psicología. Cuando empiecen a observarse
a ustedes mismos, a vigilarse a ustedes mismos, a identificar esos sentimientos
negativos, encontrarán su propia manera de explicarlo, y se darán cuenta del
cambio. Pero entonces tendrán que vérselas con el gran
villano, y ese villano es la autocondenación, el odio a
sí mismo, la insatisfacción consigo mismo.
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