Con facilidad y frecuencia los humanos
hablamos de nuestra experiencia, espiritualidad, perdonar, amar
-entre otros méritos- como unas palabras que, de alguna manera, nos representan
o forman parte de nuestros valores. Esto es lo que, posiblemente,
creemos.
Pero, realmente, ¿qué entendemos o cómo
vivimos estos valores que decimos tener en la relación con nosotros
mismos y con nuestros semejantes? ¿En verdad los tenemos o son
parte de nuestra fantasía a modo de autoengaño -consciente o inconsciente- para
no replantearnos que, justamente, pueden formar parte de unas parcelas que
debemos mejorar, superar y, en consecuencia, evolucionar? Ésta
es o puede ser la cuestión.
Magnificamos la palabra amor con demasiada frecuencia y, tal vez,
frivolidad, como una válvula de escape para no entrar en posteriores
consideraciones. Decimos amar a las personas, a la vida y a cuanto nos
rodea. Pero, realmente, ¿esto es "amor" dicho como una expresión
sin más o, por el contrario, este amor lo materializamos y demostramos en
la relación personal con hechos en los que manifestamos nuestra calidad humana?
Por ejemplo, cuando demostramos nuestro interés hacia nuestros semejantes para
atender sus necesidades del momento, como puede ser la escucha de su
palabra y de su silencio -el silencio nos habla, cuando sabemos y queremos
escuchar-.
Cuando comprendemos a nuestros semejantes, éstos se
sienten acompañados y escuchados. Somos tolerantes ante
su persona, actitud, y sentimientos; ofrecemos un trato cercano donde
destaca y prevalece nuestra parcela más humana y humilde;
donde el egoísmo no tenga cabida, pero sí comportamientos
responsables, los que nos evitan tantos conflictos innecesarios. Sin
olvidar la escucha atenta y sincera -inapreciable don- a las personas
necesitadas.
La comprensión -madre de nuestra evolución- de nuestros
semejantes es una de las tareas pendientes, quizá la más hermosa y dura
que tiene ante sí no sólo el ser humano, sino la humanidad entera. Debemos
aprender a comprender a través de la escucha responsable, la que dificultará en
gran medida criticar, juzgar y condenar a nuestro semejante. ¿Nos parece
poco?
Hasta aquí hemos hablado solamente de valores. Pero ¿puede existir
mayor prueba de amor y de amar cuando
estos valores nos acompañan en nuestra relación humana? La práctica de dichos
valores sí que son verdaderamente una prueba de amor.
Desde esta perspectiva o reflexión, la palabra amor debería
dejar de tener un sentido tan fundamental como le damos en nuestra
existencia.
Amar sin comprender puede llegar a convertirse en una pobre relación,
en quedar gravemente dañada y tener más cercana la fecha de caducidad.
Cuando existe comprensión, aunque no tanto amor, la propia comprensión
potencia la convivencia entre los humanos, genera querencia en un
nivel superior. ¿De qué sirve amar si no comprendemos a las personas queridas o
amadas?
¿Amamos y/o comprendemos? ¿Qué vida deseamos para nosotros
mismos? ¿Somos capaces de darnos una respuesta?
Un cordial saludo.
JOAN SÁNCHEZ-FORTÚN
Joan, muchas gracias, bello escrito y profundo, porque dice muchas cosas. Hablas de los valores humanos, guías máximas de nuestro tránsito en la vida: la humildad, la paciencia, el perdón, la comprensión, la solidaridad, …. Dices que la práctica de los valores es una prueba de amor.
ResponderEliminarHablas de vivir con hechos, cierto, las palabras se las lleva el viento, los hechos son los que perduran y dan forma. Y entre estos hechos, la escucha, el silencio: comprender es sentirse escuchado, hacerse tolerantes a la persona, a su actitud, a sus sentimientos.
Dices que comprender a través de la escucha responsable es evitar juzgar, criticar, condenar, culpabilidad. Cierto, quien se responsabiliza de su vida, no se dedica a ello. Y también que los comportamientos responsables evitan conflictos.
No hay amor sin comprensión. La comprensión genera querencia a nivel superior.
Bella síntesis.
Un abrazo.
Juan.
Amigo Juan,
EliminarDe tal maestro:tal alumno.
Un abrazo,
Joan
Apreciado Juan. Muchas gracias por tus palabras. El sentido de las palabras debe de ser el de abrirnos camino en la oscuridad y ser un punto de encuentro y de reflexión con uno mismo.
EliminarUn abrazo.
Joan
Joan
Estoy de acuerdo, Joan, en que amar sin comprender no es amar, porque no aceptamos al otro tal cual es, sino que buscamos que se corresponda con la imagen que nos hemos creado de cómo debe ser. Y si no se ajusta, lo rechazamos. No parece muy "incondicional".
ResponderEliminarGracias por compartir tus reflexiones en esta tertulia virtual que es el blog de Dones y Talentos. Espero que sea por mucho tiempo... Un abrazo.
Apreciada Ana Cristina,
EliminarDebemos agradecer tus aportaciones a la Asociación. Cada uno de nosotros, en nuestra medida, somos necesarios para crear el mejor ambiente humano y social.
Gracias por tus palabras. Y a la Asociación por facilitar exponer unos temas relacionados con el ser humano.
Cuando sea posible, me agradaría saludaros en persona. Y cómo no, a nuestro querido Presidente.
Abrazos,
Joan