Qué bonita te ves cuando no escondes tus cicatrices
porque son la señal de que estuviste allí, te superaste y saliste más fuerte,
más sabia, con la lección aprendida y las alas extendidas porque nunca hubo
jaula, tú pusiste los barrotes.
Qué bonita te ves cuando te cuidas y no te sientes mal
por ello. Te contaron que eso no estaba bien, que no serías buena persona, que
tenías que aguantar, ser fuerte, complaciente y sobre todo sumisa; tanto que
casi dejaras de existir o lo hicieras sólo cuando a los demás les interesara,
eso sí, todo era por tu bien. Hacer lo correcto, lo que se espera de ti, a
pesar de ti.
Qué bonita te ves cuando no repites cada día el mismo
capítulo de tu vida, si no que te pones uno nuevo, otra temporada, incluso eres
capaz de cambiar de serie.
Qué bonita te ves cuando no te pones límites, cuando
crees en ti, si te pillas poniéndote
viejas excusas te ríes a carcajadas porque hace tiempo que eres
responsable de tu vida y ya ni te quejas ni te las crees.
Te ves bonita cuando te emocionas y lloras delante de
quien sea, cuando te muestras vulnerable y pides ayuda porque es cierto, no lo
sabes todo. Y cuando te tiemblan las piernas y tienes un nudo en el estómago,
pero vas y lo haces.
También cuando descubres que las cosas son como son y
no esperas nada de nadie. Miras atrás, ves de dónde vienes y cambias lo que no
te gusta. Si te apetece ser princesa lo eres y si no, vas y compras dos pares
por cada zapato perdido, o caminas descalza durante el tiempo que sea necesario,
mientras inventas una nueva danza.
Qué bonita te ves cuando el miedo es sólo una palabra
en un diccionario empolvado que hace tiempo dejaste de leer.
INMA
REYERO DE BENITO
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