Paso habitualmente por
el Parque de Quevedo, y cada vez está distinto. Bonito en otoño, pero muy
triste, no hay niños jugando, no hay parejas acarameladas, no hay abuelos dando
de comer a los patos.
Pero sí hay vida, y
mientras haya vida hay esperanza.
Nunca me ha gustado
tanto un otoño como éste del 2020, quizá sea por ver y apreciar más que nunca
la alfombra de hojas, el susurro del aire y el canto de los pájaros, hasta la
fuente se puede percibir como una maravilla si cierras los ojos.
Cada día es diferente,
pero algo no cambia, las mascarillas de las personas que deambulan, los cierres
de los parques infantiles y ese gran silencio que nos hace apreciar las cosas
más sencillas.
Lo que más me
impresiona es el ir y venir de ambulancias con sus sirenas, me erizan la piel y
a veces contengo las lágrimas.
No quiero hacer un paréntesis
en mi vida, porque cuando se hace, y más bien si es obligado, se desconecta de
la realidad, y nos invade el miedo y nos hace más vulnerables de lo que somos.
De camino a casa, me
han pasado por la cabeza pensamientos positivos y negativos. Más he pensado en
la ilusión en estas fechas que se avecinan.
La he comparado con un charco, inicialmente cae
agua, mucha agua, agua limpia de lluvia fresca, pero puede que el destino haga
que ese charco lo pisoteen, lo destrocen, lo anulen en cierta medida.
Y a pesar de todo esto,
si el charco no está intoxicado, puede regar una semilla, dar flor y fruto.
¿Dónde está la ilusión
en esta Navidad? En las luces y adornos de las calles que no me dicen nada,
sabiendo que hay personas haciendo cola en los bancos de alimentos que reclaman
comida urgentemente.
Dónde deposito mi
ilusión en transmitir el amor, sin besos
y abrazos o a veces con la mirada muda a mi familia, mis amigos o conocidos.
Puedo dejar el sitio
vacio en la mesa de los que nos han dejado para siempre, con la esperanza de
que nos vean “felices”.
He decidido que mi
mente va a crear desde mi interior, ahora que estoy aprendiendo, ilusión, esperanza,
alegría, entusiasmo…..porque el exterior, lo que percibo no me dice gran cosa.
¿Y cómo le explico a mi
hija, aunque “mayor de edad”, que éstas van a ser unas Navidades muy distintas
para TODOS?
ANA ROSA GUTIÉRREZ ÁVAREZ
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