Ni tu peor
enemigo
puede hacerte tanto daño
como tus propios
pensamientos.
Buda
Esta vez me permito abusar de vuestra confianza para
hacer autoterapia. Como mostrarse vulnerable cuesta, llamaré María a la
protagonista de la historia, una historia que, por cierto, podría ser la de
cada uno de vosotr@s con vuestras quejas, disculpas y victimizaciones.
María es una persona de mediana edad, sus niveles de
paciencia, constancia y optimismo superan a la media, podría decirse que es la
oveja de colores.
Se mete en ese rol con mucho entusiasmo, por este
motivo, cuando nota que su energía está
bajando, teme desilusionar, pero desde hace días le cuesta evitar sentirse triste y apática; interpreta que no está siendo
coherente con su discurso, que eso no le puede estar pasando a ella, por eso
sufre a mayores y trata de ocultarlo. Le han enseñado a ser " buena"
y a no molestar, este mandato pesa en su mochila.
Pero sí, está cayendo por la pendiente del pesimismo
con la rapidez que lo haría una bola de nieve por la ladera de una montaña,
baja cada vez más rápido, sin freno; ¿hasta cuándo? Sin duda, hasta que ella quiera.
Su principal motivo para detenerse a analizar la
situación es no aplastar a nadie al estrellarse, ella no pretende brillar, su
objetivo es iluminar; es en ese momento cuando se hace la pregunta inevitable:
¿Qué me estoy diciendo a mí misma?
María se dice que no le gusta el invierno, porque se
hace de noche muy pronto; además hace frío y sus músculos funcionan peor, lo
tiene claro, va a ser imposible ser feliz hasta que llegue el verano de
nuevo.
¿Podría decirse algo distinto?
Si, por ejemplo: prefiero el verano, pero el
invierno también puede convertirse en interesante, me abrigaré más,
tomaré bebidas calientes y aunque no me apetezca es muy importante que mantenga
mi cuerpo activo realizando ejercicio.
¿Qué más se dice?
María se dice que hace seis meses que
murió su madre y acaba de ser su cumpleaños, el primero que pasa sin
felicitarla, le parece injusto y le causa un poco de ansiedad saber que esa
situación se repetirá cada año.
¿Qué podría decirse en vez de esto?
Me siento triste, es lógico porque ha
pasado poco tiempo, pero por más que llore mi madre no volverá de manera
física, tendré que hacerme a la idea de que ella está, aunque no pueda verla.
Además, mientras me lamento pierdo la posibilidad de ver aspectos
positivos que seguro están sucediendo.
También se dice:
No quiero que llegue la Navidad, no
veo la necesidad de celebrar nada, me niego y me bloqueo, es lo que faltaba, no
lo puedo resistir.
¿Qué le dirías?
Le podríais hacer ver, por ejemplo, que estaría bien
que se diera cuenta de que la Navidad va a llegar quiera ella o no, así que, lo
más lógico y adaptativo es aprovechar para disfrutar de las personas que sí les
gusta esta fiesta; las podríais invitar a desarrollar su creatividad, y a que
aportara ideas que convirtieran, cada momento, en un bonito recuerdo, son
fechas propicias para la cooperación.
Después de este rato impagable en el que María se
sentó sabiendo que la escucharíais de forma compasiva y sin juzgarla su estado
de ánimo mejoró.
Si os dais cuenta no hubo ninguna modificación en
su realidad, sólo en su pensamiento.
Lo más importante es ver que María tenía opciones que
dependían de ella, no era una pobrecita a merced del destino y las que no
dependían de ella las aceptó porque sabía que cuando tú cambias todo cambia.
Lo más importante es que María no se resignó ni se quedó
en la teoría, pasó a la acción; se secó las lágrimas, se tomó un café humeante,
se puso un gorro, salió a la calle, era tarde, sintió el frío en su cara, puede
que fuera su madre diciéndole que las buenas obras se hacen por la mañana,
sonrió.
Pegó la nariz al escaparate que siempre esquivaba
cuando pasaba delante, allí le esperaba un árbol de Navidad, igual no era el
más bonito, pero era el símbolo inequívoco de que todo puede volver a
empezar las veces que tú quieras.
INMA REYERO DE BENITO
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