Alguien me
preguntó durante una conferencia: ¿Qué piensa sobre Nuestra Señora de
Fátima?" ¿Qué opina de ella? Cuando me hacen preguntas como ésa, me
acuerdo de aquella vez que llevaban la estatua de Nuestra Señora de Fátima en
un avión a una peregrinación de veneración, y cuando volaban sobre el sur de
Francia el avión empezó a bambolearse y a temblar y parecía que fuera a
desbaratarse. y la milagrosa estatua gritó: ¡Nuestra Señora de Lourdes, ruega
por nosotros!" Y todo se arregló. ¿No fue maravilloso? ¿una "nuestra
señora" que ayuda a otra "nuestra señora"?
También
había un grupo de mil personas que fueron en peregrinación a Ciudad de México,
a venerar el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, y se sentaron delante de
la estatua protestando porque el Obispo de la Diócesis había declarado a
"Nuestra Señora de Lourdes" patrona de la Diócesis! Estaban seguros
de que Nuestra Señora de Guadalupe lo sentía mucho, de manera que estaban protestando
en desagravio de la ofensa. Ése es el problema con la religión si uno no se
cuida.
Cuando les
hablo a los hindúes, les digo: "Sus sacerdotes no se alegrarán de oír
esto" (fíjense lo prudente que estoy esta mañana), "pero, según
Jesucristo, a Dios le agradaría más la transformación de ustedes que la
adoración que le rindan. Le agradaría mucho más su amor que su adoración".
Y cuando les hablo a los musulmanes, les digo: "Su ayatollah y sus mullahs
no se van a alegrar de oír esto, pero a Dios le va a agradar mucho más que
ustedes se transformen en personas llenas de amor que si dicen "Señor,
Señor". Es infinitamente más importante que ustedes se despierten. Eso
es la espiritualidad, eso es todo. Si ustedes lo logran, tienen a Dios.
Entonces ustedes adoran "en espíritu y en verdad". Cuando ustedes se
convierten en amor, cuando se transforman en amor.
El peligro
de lo que puede hacer la religión se ve muy bien en una historia que contó el
Cardenal Martini, Arzobispo de Milán. La historia es sobre una pareja de italianos
que se van a casar. Se habían puesto de acuerdo con el párroco para hacer una
pequeña recepción en el atrio de la parroquia, frente a la iglesia. Pero
llovió, y no se podía hacer la recepción, de modo que le dijeron al sacerdote: “¿Podríamos
hacer la celebración en la iglesia?”.
Al padre no
le entusiasmó hacer una recepción en la iglesia, pero ellos le dijeron:
"Comeremos un poco de torta, cantaremos una canción, tomaremos un poquito
de vino y nos iremos a casa". De manera que el padre aceptó. Pero como
eran italianos amantes de la vida, tomaron un poco de vino, cantaron una
canción, luego tomaron otro poquito de vino y cantaron más canciones, y a la
media hora había una gran celebración en la iglesia. Y todos se estaban
divirtiendo mucho. Pero el padre estaba tenso, paseándose de un lado para otro
en la sacristía, preocupado por el ruido que estaban haciendo. El coadjutor
entró y le dijo:
- Veo que
usted está muy tenso.
- Por
supuesto que estoy tenso. ¡Oiga el ruido que están haciendo, y en la casa de
Dios! ¡Santo Dios!
- Pero
padre, realmente no tenían a dónde ir.
-¡Ya lo sé!
Pero, ¿por qué tienen que hacer tanto ruido?
- Bueno, no
debemos olvidar que el mismo Jesús asistió una vez a una boda! ¿No es verdad,
padre?
- Yo sé que
Jesucristo asistió a un banquete de bodas. ¡No es necesario que usted me diga
que Jesucristo asistió a un banquete de bodas! ¡Pero no estaba allí el
santísimo sacramento!
Miren: A
veces el Santísimo Sacramento es más importante que Jesucristo: Cuando el culto
es más importante que el amor, cuando la iglesia es más importante que la vida,
cuando Dios es más importante que el prójimo. Y así sigue. Ése es el
peligro. En mi opinión, para esto era para lo que Jesús evidentemente nos
llamaba: ¡Primero lo primero! La persona es mucho más importante que el
sábado. Hacer lo que le digo, convertirse en lo que estoy indicando, es
mucho más importante que decir Señor, Señor. Pero a su mullah no le va a gustar
oír eso, se lo aseguro. A sus sacerdotes no les va a gustar oír eso. Sin
embargo, de eso es de lo que hemos estado hablando. De la espiritualidad.
Del despertar. Como les dije, si quieren despertar es extremadamente
importante hacer lo que llamo "autoobservación". Sean
conscientes de
lo que dicen, sean conscientes de lo que hacen, sean conscientes
de lo que piensan, sean conscientes en su manera de actuar. Sean
conscientes del lugar de donde vienen, de cuales son sus motivaciones. No
vale la pena vivir una vida sin consciencia.
La vida sin
consciencia es una vida mecánica. No es humana, es programada, condicionada. Más
valdría que fuéramos una piedra, un trozo de madera. En mi país hay cientos de
miles de personas que viven en pequeñas chozas, en una pobreza extrema; apenas
logran sobrevivir, todo el día hacen un trabajo manual duro, duermen y se
despiertan por la mañana, comen algo, y vuelven a empezar. Y uno piensa:
"¡Qué vida!". "¿Eso es lo que la vida tiene para
ofrecerles?". Y entonces, de pronto, se sobresalta cuando se da cuenta que
el 99.999% de las personas de aquí no están mejor. Ustedes pueden ir al cine,
conducir un automóvil, hacer un crucero. ¿Creen ustedes que están mejor que
ellos? Ustedes están tan muertos como ellos. Son una máquina tanto como lo son
ellos - Una máquina un poco más grande, pero, de todas maneras, una máquina.
Eso es triste. Es triste pensar que la persona pasa por la vida así.
Los seres
humanos pasan por la vida con ideas fijas; nunca cambian. Sencillamente no se
dan cuenta de lo que sucede. Ellos podrían ser un bloque de madera, o una
roca, una máquina que habla, camina, piensa. Eso no es humano. Son títeres
movidos en todas las direcciones por todo tipo de cosas. Opriman un botón y
obtendrán una reacción. Casi se puede predecir cómo va a reaccionar una
persona. Si estudio a una persona, puedo decirles cómo va a reaccionar. Con
mi grupo de terapia, a veces escribo en una hoja de papel que Fulano va a
iniciar la sesión y que Mengano va a responderle. ¿Creen que eso está mal?
Bueno, no escuchen a las personas que les dicen: "¡Olvídese de usted
mismo! Acérquese a los demás con amor". ¡No las escuchen! Todos se
equivocan. Lo peor que usted puede hacer es olvidarse de usted mismo
cuando se acerca a los demás con lo que se llama una actitud de ayuda.
Esto lo
entendí a la fuerza hace muchos años, cuando estudié psicología en Chicago.
estábamos siguiendo un curso de consejería para sacerdotes. Se admitía sólo a
sacerdotes que estaban haciendo
consejería y que aceptaban traer a la clase la grabación de una
sesión. Éramos como veinte. Cuando me llegó el turno, traje un casete con una
entrevista que había tenido con una joven. El instructor colocó la cinta en una
grabadora, y la escuchamos. A los cinco minutos, como acostumbraba el
instructor detuvo la grabación y preguntó: ¿Hay comentarios? Alguien me dijo:
- ¿Por qué
le preguntó eso a ella?
- No creo
haberle preguntado nada - le contesté -. En realidad, estoy bastante seguro de
no haberle preguntado nada.
- Usted le
preguntó - afirmó.
Yo estaba
seguro porque en esa época estaba siguiendo conscientemente el método de Carl
Rogers, el cual se orienta hacia las personas y es no directivo: uno no hace
preguntas, no interrumpe ni da consejos. De manera que yo sabía que no debía
hacer preguntas. De todos modos, hubo una discusión entre nosotros y entonces
el instructor dijo: "¿Por qué no volvemos a escuchar la grabación?". Volvimos
a escucharla y entonces con horror, oí una pregunta grande, tan grande como el
Empire State Building, una pregunta enorme. Lo interesante es que yo había oído
esa pregunta tres veces, la primera vez, supuestamente cuando la hice, la
segunda vez cuando escuché la grabación en mi habitación (porque yo quería
llevar una buena grabación a clase), y la tercera vez cuando la escuché en
clase. Pero no la había oído. No había tomado consciencia.
Eso sucede
con frecuencia en mis sesiones de terapia o en mi dirección espiritual.
Grabamos la entrevista, y cuando el cliente la escucha dice: "Mire,
realmente no oí lo que usted dijo durante la entrevista, sólo oí lo que dijo
cuando escuché la grabación". Lo más interesante es que yo no oí lo que
dije durante la entrevista. Es sorprendente descubrir que durante una sesión de
terapia digo cosas de las que no tengo consciencia. Solamente más tarde capto
su pleno significado. ¿Creen ustedes que esto es humano? Usted dice:
"Olvídese de usted mismo y vaya hacia los demás". De todos modos,
después de escuchar nosotros toda la grabación allá en Chicago, el instructor
dijo: "¿Hay comentarios?". Uno de los sacerdotes, un hombre de
cincuenta años con quien yo simpatizaba, me dijo:
- Tony, me
gustaría hacerte una pregunta personal. ¿Te parecería bien?
- Si, por supuesto - le contesté - Si no quiero responderla, no
respondo.
- ¿La mujer
de la entrevista es bonita? - me preguntó
Realmente,
yo estaba en un estadio de mi desarrollo (o subdesarrollo) en el cual no me
daba cuenta de si alguien era bien parecido o no lo era. No me importaba. Ella
era una oveja del rebaño de Cristo; yo era un pastor. Yo prestaba ayuda. ¡Qué
maravilla! Así me habían entrenado. De modo que le dije:
- ¿Eso que
tiene que ver?
- Porque
ella no te gusta, ¿verdad? - me contestó
- ¡¿Qué?! -
exclamé
Nunca me
había detenido a pensar si los individuos me gustaban o me disgustaban. Como la
mayoría de la gente, sentía una antipatía ocasional que se hacía consciente,
pero mi actitud generalmente era neutral. Le pregunte:
- ¿Por qué
piensas eso?
- Por la
grabación.
La
escuchamos nuevamente, y me dijo:
- Escucha
tu voz. La dulzura con que hablas. Observa. Estás irritado, ¿no es así?
Si estaba
irritado, y sólo estaba empezando a ser consciente de ello en ese momento. ¿Y
qué fue lo que le dije a ella de manera no directiva? Le dije: "No
regrese". Pero no me había dado cuenta. El sacerdote amigo me dijo:
- Ella es
mujer. Se habrá dado cuenta. ¿Cuándo debes volver a reunirte con ella?
- El
próximo miércoles
- Apuesto a
que no regresará
No regresó.
Esperé una semana, pero no vino. Esperé otra semana y tampoco vino. entonces la
llamé. rompí una de mis reglas: No seas el salvador.
La llamé y
le dije:
- ¿Recuerda
esa grabación que usted me permitió hacer para mi clase? Me ayudó mucho porque
la clase me señaló muchas cosas (¡No le dije qué cosas!) que podrían hacer que
la sesión fuera más eficaz. De modo que si usted quisiera regresar, sería más
eficaz.
- Bien,
regresaré - me contestó.
Regresó. Todavía estaba allí la antipatía. No había desaparecido,
pero ya no estorbaba. Usted controla aquello de lo cual es
consciente; aquello de lo cual usted no es consciente, lo controla a usted.
Usted siempre será un esclavo de aquello de lo cual no es consciente.
Cuando es
consciente de ello, se libera. Todavía está allí, pero no le afecta. No le
controla a usted, no le esclaviza. Ésa es la diferencia.
Conciencia,
conciencia, conciencia. Lo que nos enseñaron en ese curso fue a ser
observadores participantes.
Para
expresarlo gráficamente, yo estaría hablando con usted y al mismo tiempo
estaría afuera observándolo a usted y observándome a mí mismo. Cuando
estoy escuchándole a usted, es infinitamente más importante escucharme a mí
mismo que escucharle a usted. Por supuesto, es importante escucharle a usted,
pero es más importante escucharme a mí mismo. De otra manera, no le estaré
oyendo. O distorsionaré todo lo que dice. Le oiré a través de mi
condicionamiento.
Reaccionaré
a usted de muchas maneras, de acuerdo con mis propias inseguridades, con mi
necesidad de manipularle, con mi deseo de tener éxito, con irritaciones y
sentimientos de los cuales tal vez no sea consciente. De manera que es muy
importante que me escuche a mí mismo cuando le estoy escuchando a usted. Para
eso nos entrenaron: para ser conscientes.
Usted no
tiene que imaginarse a usted mismo flotando en alguna parte en el aire. Para
aproximarse a una comprensión de lo que estoy diciendo, imagínese un buen
conductor, que conduce un automóvil y que está concentrado en lo que usted le
dice. En verdad es posible que esté discutiendo con usted, pero está
completamente consciente de las señales de tránsito. En el momento en que
sucede algo inesperado, en el momento en que hay un sonido, o ruido, o roce, lo
oirá de inmediato. Dirá: "¿Está seguro de que cerró esa puerta de
atrás?". ¿Cómo lo hizo? Estaba consciente, estaba alerta. Su
atención estaba enfocada en la conversación, o en la discusión, pero su
conciencia era más difusa. Estaba percibiendo muchas cosas.
Aquí no estoy defendiendo la concentración. Eso no es importante.
Muchas técnicas de meditación inculcan la concentración, pero yo desconfío de
eso. Implican violencia, y, con frecuencia, implican más programación y más
condicionamiento, lo que yo defendería sería la conciencia, que no es
lo mismo que la concentración. La concentración es un reflector, un foco.
Usted le abre a cualquier cosa que entra en su consciencia. Usted puede
distraerse de eso, pero cuando practica la conciencia, nunca está
distraído. Cuando llega la conciencia, nunca hay distracción, porque
usted siempre estará consciente de lo que ocurra.
Digamos que
estoy mirando esos árboles y estoy preocupado. ¿Estoy distraído? Estoy
distraído solamente si me propongo concentrarme en los árboles. Pero si soy
consciente de que también estoy preocupado, eso no es ninguna distracción.
Sencillamente, tome consciencia del lugar donde está su atención. Cuando
algo no va bien o algo inesperado sucede, usted lo notará de inmediato
¡Algo no marcha bien! En el momento en que un sentimiento negativo surge en
la conciencia, usted lo notará. Usted es como el conductor del automóvil.
Ya les dije
que Santa Teresa de Ávila dijo que Dios le dio la gracia de desidentificarse
de sí misma. Ustedes oyen a los niños hablar de esa manera. Un niño de dos
años dice: "Tommy desayunó esta mañana". No dice "yo",
aunque él es Tommy. Dice "Tommy" - en tercera persona. Los
místicos se sienten así. Se han desidentificado de sí mismos y están en paz.
Ésta era la
gracia a la que se refería Santa Teresa. Éste es el "yo" que los
maestros místicos del oriente están constantemente instando a descubrir. ¡Y los
de occidente también! y puede incluir en ellos a Meister Eckhart. Ellos están
instando a la gente a descubrir el "yo".
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