Cuanto más sé de los antiguos
egipcios, más puntos de encuentro veo con la actualidad, porque nos creemos muy
modernos, pero lo que consideramos tan innovador suele más más viejo que la
orilla del río. Decidme, por ejemplo, si no os recuerdan a algo las
inscripciones funerarias egipcias, en las que se destaca el comportamiento
ético del difunto: “yo enterré a los ancianos”; “yo di pan al hambriento y
ropas al desnudo”, “yo no hice mal a la gente”, etc. Pero no puedo dejar de
pensar que tanto entonces como ahora rige el refrán “dime de lo que presumes y
te diré de lo que careces”, y estas afirmaciones categóricas no dejan de ser un
torpe intento de acallar la conciencia y engañar a los dioses o a los seres
humanos.
Parece más importante no
sentirse culpable que ocuparse de resolver las papeletas, dejando que los demás
aguanten el sufrimiento, las carencias o la injusticia sin abrir la boca. Observo
que el “aspersor de culpas” de muchos de nosotros funciona a pleno rendimiento
en estos días, dispersando a nuestro alrededor cualquier responsabilidad y
quedando nosotros libres: que si los demás también lo están haciendo mal o lo
harían peor si estuvieran en nuestro lugar, que si se trata de males generales
e inevitables para los que nadie estaba preparado, que si se debe resolver en
más altas instancias… ¡Pero qué infantil es tratar de escamotear una solución a
nuestros problemas arremetiendo contra un chivo expiatorio! ¿Qué tal si nos
comparamos con los que han sido más generosos, más previsores o más ejemplares
para aprender, en lugar de fijarnos en los que han actuado igual o peor para no
retratarnos?
No conozco a nadie que acierte
siempre, ni tampoco a ninguno que no diga en alguna ocasión algo razonable, así
que no entiendo esa manía de querer que nos traguemos los discursos en bloque,
sin poder “trocearlos”. Puedo estar de acuerdo con unas afirmaciones y no con
otras, pero tener que admitir el “pack completo” porque si no traicionas “a los
tuyos” me parece una manipulación manifiesta. No me da la gana de adscribirme
ciegamente a ningún discurso político (especialmente si hace aguas), ni de
oponerme por sistema a todo lo que propongan los del otro banquillo (aunque
generalmente no esté de acuerdo), porque no deja de ser una ridiculez. No me
voy a privar de las aportaciones que pueda hacer una persona simplemente porque
mi ideología se sitúe en el polo opuesto. La negociación consiste en ceder en
las posiciones propias para llegar a un acuerdo, así que, llamar diálogo a imponer mi opinión y democracia a que los demás hagan lo que
yo quiero, es una perversión de unas palabras demasiado nobles para ser tan
maltratadas. ¿Pero no estaremos pidiendo a nuestros políticos algo que nosotros
no estamos aplicando en nuestra vida?
Da la sensación de que hay
quienes prefieren quedarse tuertos con tal de que sus adversarios se queden ciegos.
Mejor sería estar sano y entero, y que los demás también lo estén. Si alguien
está padeciendo una situación injusta o trágica la sociedad entera está
afectada, lo crean o no aquellos que se consideran al margen. En cambio, cuando
todo el mundo tiene sus necesidades satisfechas, las relaciones sociales están
equilibradas y se cuenta con los demás en la toma de decisiones comunitarias es
más probable que la paz y la prosperidad lleguen a cada individuo.
Por eso mismo, centrémonos en
lo que podemos hacer cada uno para mejorar la situación y aliviar el dolor de
los que están sufriendo, sin que la ideología se convierta en una excusa para no
hacer nada o incluso para poner obstáculos a las iniciativas ajenas,
descargando nuestra responsabilidad individual en los errores o defectos de otros,
por grandes que sean.
ANA CRISTINA LÓPEZ VIÑUELA
Estoy de acuerdo, pero como podemos llegar a entendernos si vivimos en un ambiente de crispación y enfrentamiento constante?
ResponderEliminarNo soy experta en el tema, pero creo que todos los cambios comienzan con una persona, y luego se van expandiendo en círculos concéntricos, como la piedra arrojada en el estanque. Si tú y yo nos negamos a contribuir a la crispación, tal vez otros nos sigan. Pero si nos damos por vencidos... entonces no hay nada que hacer!
ResponderEliminar