domingo, 10 de mayo de 2020

COMO LA VIDA MISMA – NO ES LO QUE DICES, ES LO QUE HACES



Cuanto más sé de los antiguos egipcios, más puntos de encuentro veo con la actualidad, porque nos creemos muy modernos, pero lo que consideramos tan innovador suele más más viejo que la orilla del río. Decidme, por ejemplo, si no os recuerdan a algo las inscripciones funerarias egipcias, en las que se destaca el comportamiento ético del difunto: “yo enterré a los ancianos”; “yo di pan al hambriento y ropas al desnudo”, “yo no hice mal a la gente”, etc. Pero no puedo dejar de pensar que tanto entonces como ahora rige el refrán “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”, y estas afirmaciones categóricas no dejan de ser un torpe intento de acallar la conciencia y engañar a los dioses o a los seres humanos.

Parece más importante no sentirse culpable que ocuparse de resolver las papeletas, dejando que los demás aguanten el sufrimiento, las carencias o la injusticia sin abrir la boca. Observo que el “aspersor de culpas” de muchos de nosotros funciona a pleno rendimiento en estos días, dispersando a nuestro alrededor cualquier responsabilidad y quedando nosotros libres: que si los demás también lo están haciendo mal o lo harían peor si estuvieran en nuestro lugar, que si se trata de males generales e inevitables para los que nadie estaba preparado, que si se debe resolver en más altas instancias… ¡Pero qué infantil es tratar de escamotear una solución a nuestros problemas arremetiendo contra un chivo expiatorio! ¿Qué tal si nos comparamos con los que han sido más generosos, más previsores o más ejemplares para aprender, en lugar de fijarnos en los que han actuado igual o peor para no retratarnos?

No conozco a nadie que acierte siempre, ni tampoco a ninguno que no diga en alguna ocasión algo razonable, así que no entiendo esa manía de querer que nos traguemos los discursos en bloque, sin poder “trocearlos”. Puedo estar de acuerdo con unas afirmaciones y no con otras, pero tener que admitir el “pack completo” porque si no traicionas “a los tuyos” me parece una manipulación manifiesta. No me da la gana de adscribirme ciegamente a ningún discurso político (especialmente si hace aguas), ni de oponerme por sistema a todo lo que propongan los del otro banquillo (aunque generalmente no esté de acuerdo), porque no deja de ser una ridiculez. No me voy a privar de las aportaciones que pueda hacer una persona simplemente porque mi ideología se sitúe en el polo opuesto. La negociación consiste en ceder en las posiciones propias para llegar a un acuerdo, así que, llamar diálogo a imponer mi opinión y democracia a que los demás hagan lo que yo quiero, es una perversión de unas palabras demasiado nobles para ser tan maltratadas. ¿Pero no estaremos pidiendo a nuestros políticos algo que nosotros no estamos aplicando en nuestra vida?

Da la sensación de que hay quienes prefieren quedarse tuertos con tal de que sus adversarios se queden ciegos. Mejor sería estar sano y entero, y que los demás también lo estén. Si alguien está padeciendo una situación injusta o trágica la sociedad entera está afectada, lo crean o no aquellos que se consideran al margen. En cambio, cuando todo el mundo tiene sus necesidades satisfechas, las relaciones sociales están equilibradas y se cuenta con los demás en la toma de decisiones comunitarias es más probable que la paz y la prosperidad lleguen a cada individuo.

Por eso mismo, centrémonos en lo que podemos hacer cada uno para mejorar la situación y aliviar el dolor de los que están sufriendo, sin que la ideología se convierta en una excusa para no hacer nada o incluso para poner obstáculos a las iniciativas ajenas, descargando nuestra responsabilidad individual en los errores o defectos de otros, por grandes que sean.

ANA CRISTINA LÓPEZ VIÑUELA

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, pero como podemos llegar a entendernos si vivimos en un ambiente de crispación y enfrentamiento constante?

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  2. No soy experta en el tema, pero creo que todos los cambios comienzan con una persona, y luego se van expandiendo en círculos concéntricos, como la piedra arrojada en el estanque. Si tú y yo nos negamos a contribuir a la crispación, tal vez otros nos sigan. Pero si nos damos por vencidos... entonces no hay nada que hacer!

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