Cada vez
que tengo un concepto, es algo que podría aplicarse a varios individuos. No nos
referimos a un nombre concreto, particular, como María o Juan, los cuales no
tienen un significado conceptual. Un concepto se aplica a numerosos
individuos, a incontables individuos. Los conceptos son universales. Por
ejemplo, la palabra "hoja" podría aplicarse a cada una de las hojas
de un árbol; la misma palabra se aplica a todas esas hojas individuales.
Además, la misma palabra se aplica a todas las hojas de todos los árboles, las
grandes, las pequeñas, las tiernas, las secas, las amarillas, las verdes, a las
hojas de plátano. De manera que, si yo le digo que esta mañana vi una hoja,
usted no tiene idea realmente de lo que vi.
Veamos si
ustedes pueden comprender eso. Ustedes sí tienen una idea de lo que no vi.
No vi un animal, no vi un perro. No vi a un ser humano. No vi un zapato. De
manera que ustedes tienen una idea vaga de lo que vi, pero no es particular,
no es concreta. "Seres humanos" no se refiere al hombre primitivo,
ni al hombre civilizado, ni a un hombre adulto, ni a un niño, ni a un hombre o
a una mujer, ni a esta edad particular ni aquella, ni a esta cultura o a la
otra, sino al concepto. El ser humano se encuentra concreto; ustedes nunca
encuentran un ser humano universal como el concepto que ustedes tienen. De
manera que el concepto señala, pero nunca es enteramente preciso; le falta la
unicidad, la concreción. El concepto es universal.
Cuando les
doy un concepto, les doy algo, y, sin embargo, qué poco les he dado. El
concepto es tan valioso, tan útil para la ciencia. Por ejemplo, si digo que
aquí todos somos seres animales, eso sería perfectamente preciso desde un punto
de vista científico. Pero somos algo más que animales. Si digo que María Juan
es un animal, eso es verdad; pero como omití algo esencial sobre ella, es
falso; eso es una injusticia. Cuando digo que una persona es mujer, eso es
verdad; pero hay muchas cosas en esa persona que no se ajustan al concepto de
"mujer". Ella siempre es esta mujer particular, concreta, única,
de quien se puede tener una experiencia, pero no un concepto. A la persona
concreta la debo ver yo mismo, tengo que experimentarla yo mismo, intuirla yo
mismo. Se puede intuir el individuo, pero no conceptualizarlo.
Una persona
está más allá de la mente pensante. Probablemente muchos de ustedes
se sienten orgullosos de que los llamen americanos (o españoles), así como
muchos hindúes se sienten orgullosos de que los llamen hindúes. ¿Pero qué es
"americano", qué es "hindú"? es un convencionalismo, no es
parte de su naturaleza. No se tiene sino un rótulo. Realmente uno no
conoce a la persona. El concepto siempre falla u omite algo muy
importante, algo precioso que sólo se encuentra en la realidad, la cual es
unicidad concreta. El gran Krishnamurti lo dijo muy bien: "El día que
usted enseñe a un niño el nombre de un pájaro, el niño nunca volverá a ver ese
pájaro". ¡Qué verdadero! La primera vez que el niño ve ese objeto
blando, vivo, que se mueve, usted le dice: "Gorrión". Mañana, cuando
el niño vea otro objeto blando que se mueve, similar al primero dice:
"Gorriones. He visto gorriones. Me aburren los gorriones".
Si usted no
mira las cosas a través de sus conceptos, nunca se aburrirá. Cada cosa es única. Cada
gorrión es diferente de los demás gorriones, a pesar de las similitudes. es de
gran ayuda tener similitudes porque podemos abstraer, porque podemos
tener un concepto. Eso es de gran ayuda, desde el punto de vista de la
comunicación, la educación, la ciencia. Pero también es muy engañoso y un
gran obstáculo para ver ese individuo concreto. Si usted
sólo tiene experiencia de su concepto, no tiene experiencia de la realidad,
porque la realidad es concreta. El concepto
es una ayuda, para llevarlo a usted a la realidad, pero cuando llegue, tiene que
intuirla o experimentarla directamente.
Una segunda
cualidad de un concepto es que es estático, y la
realidad fluye. Utilizamos el mismo nombre para las Cataratas del Niágara, pero
esa masa de agua cambia constantemente. Tenemos la palabra "Río", pero
allí el agua fluye constantemente. Tenemos una palabra para el "cuerpo"
de usted, pero las células de su cuerpo se están renovando constantemente.
Supongamos, por ejemplo, que hace mucho viento y que yo quiero que la gente de
mi país tenga una idea de lo que es una borrasca o un huracán americano. De
manera que lo capturo en una caja de cigarros, y regreso a mi país y digo:
"Miren esto". Naturalmente, ya no es una borrasca, ¿verdad? Una vez
ha sido capturada. O si quiero que ustedes sientan lo que es el movimiento de
un río y se lo traigo en un balde. En el momento en que lo pongo en el balde,
deja de fluir. En el momento en el que se ponen las cosas en un concepto dejan de
fluir; se vuelven estáticas, muertas. Una ola congelada no es una ola.
Una ola es esencialmente movimiento, acción; cuando usted la congela, ya no es
una ola. Los conceptos siempre están congelados. La realidad fluye.
Finalmente,
si hemos de creerles a los místicos (y no se requiere mucho esfuerzo para
comprender esto, o incluso para creerlo, pero nadie puede verlo de inmediato), la realidad
es una totalidad, pero las palabras y los conceptos la fragmentan. Por eso
es tan difícil traducir de un idioma a otro, porque cada idioma fragmenta la
realidad de una manera diferente. Es imposible traducir la palabra inglesa
"home" al francés o al español. La palabra española "casa"
no es exactamente "home"; "home" tiene asociaciones que son
específicas del idioma inglés. Todos los idiomas tienen palabras y expresiones
que no se pueden traducir, porque fragmentamos la realidad y agregamos o
quitamos algo, y el uso hace cambiar continuamente. La realidad es una
totalidad, y nosotros la fragmentamos para formar conceptos y utilizamos
palabras para indicar diferentes partes. Si usted nunca hubiera visto un
animal, por ejemplo, y un día encontrara una cola -sólo una cola- y alguien le
dijera: "Esto es una cola" ¿tendría usted idea de qué era ésta si no
tuviera idea de lo que es un animal?
Las ideas
generalmente fragmentan la visión, la intuición, o la experiencia de la
realidad como totalidad. Esto es lo que los místicos nos dicen
continuamente. Las palabras no pueden darle a uno la realidad. Solamente
señalan, solamente indican. uno las utiliza como indicadores para llegar a
la realidad. Pero una vez uno llega, sus conceptos son inútiles. Un
sacerdote hindú tuvo una vez una disputa con un filósofo que decía que la
última barrera para llegar a Dios, era la palabra "Dios", el concepto
de Dios. El sacerdote se escandalizó con esto, pero el filósofo le dijo:
"El asno en que usted monta y que utiliza para ir a una casa no es el
medio por el cual usted entra en la casa. Usted utiliza el concepto para
llegar; entonces se apea y va más allá". No hay necesidad de ser un
místico para comprender que la realidad es algo que no puede captarse con las
palabras y los conceptos. Para conocer la realidad uno tiene
que conocer más allá de todo concepto.
¿Esas
palabras les recuerdan a ustedes algo? Los que conozcan La nube del no saber
reconocerán la expresión. Los poetas, pintores, místicos y los grandes
filósofos intuyen esta verdad. Supongamos que un día estoy mirando un árbol.
Hasta ahora, cada vez que veía un árbol, decía: "Bueno, eso es un
árbol". Pero hoy cuando miro el árbol, no veo un árbol. Al menos no lo veo
como estoy acostumbrado a ver. Veo algo con la frescura de visión de un niño.
No tengo para ello una palabra. Veo algo único, completo, que fluye, no
fragmentado. Y me asombro. Si usted me preguntara: "¿Qué vio?" ¿qué
cree que le respondería? no tengo palabras para hacerlo. No hay
palabras para la realidad (es
inefable). Porque apenas le pongo una palabra, estamos de nuevo en los
conceptos.
Y si no
puedo expresar esta realidad que es visible para los sentidos, ¿cómo expresar
lo que no puede verse con los ojos u oírse con los oídos? ¿cómo encontrar una
palabra para la realidad de Dios? ¿Están ustedes comenzando a comprender lo que
dijeron Tomás de Aquino, Agustín, y todos los demás y lo que la Iglesia enseña
constantemente cuando dice que Dios es un misterio, que es incomprensible para
la mente humana?
Una de las
últimas cartas del gran Karl Rahner se la escribió a un joven drogadicto alemán
que le había pedido ayuda. El drogadicto le había dicho: "Ustedes los
teólogos hablan sobre Dios, pero ¿cómo podría ese Dios tener relación con mi
vida? ¿cómo podría este Dios liberarme de las drogas?". Rahner le dijo: "Debo
confesarle con toda honestidad que, para mí, Dios es y siempre ha sido un
misterio absoluto. No comprendo lo que Dios es; nadie puede comprenderlo.
Tenemos indicios, vislumbres; hacemos esfuerzos vacilantes, inadecuados, para
expresar el misterio en palabras. Pero no hay una palabra, no hay una frase
para el misterio". Y hablando a un grupo de teólogos
en Londres, Rahner dijo: "La tarea del teólogo es
explicarlo todo a través de Dios, y explicar a Dios como inexplicable". Misterio
inexplicable. no sabemos, no podemos decir. Decimos, "Ah, ah...".
Las palabras
son indicadores, no son descripciones. Trágicamente, la gente cae
en la idolatría porque cree que, en lo referente a Dios, la palabra es la cosa. ¿Cómo
puede alguien ser tan loco? ¿Puede usted todavía ser más loco? Incluso en lo
referente a los seres humanos, o a los árboles y las hojas y a los animales, la
palabra no es la cosa. ¿Y usted diría que, en lo referente a Dios, la palabra
es la cosa? ¿Cómo puede decir semejante cosa? Un experto en las escrituras
internacionalmente famoso asistió a un curso en San Francisco, y me dijo:
"¡Dios mío, después de escucharlo a usted, comprendí que he sido un
idólatra toda la mi vida!". Lo dijo abiertamente: "Nunca caí en la
cuenta de que era un idólatra. Mi ídolo no era de madera o metal; era un ídolo
mental". Éstos son los idólatras más peligrosos. Utilizan una sustancia
muy sutil, la mente, para hacer su Dios.
Los estoy
llevando a ustedes a lo siguiente: La consciencia de la realidad que los rodea.
Consciencia significa observar, observar lo que sucede dentro de
ustedes y alrededor de ustedes. "Lo que sucede" es
bastante adecuado: Los árboles, el césped, las flores, los animales, las rocas,
toda la realidad se mueve. Uno lo observa, uno lo ve. Cuán
esencial es para el ser humano no observarse solamente a sí mismo, sino
observar la realidad. ¿Ustedes son prisioneros de sus conceptos?
¿Quieren liberarse de la prisión? Entonces miren; observen;
dediquen horas enteras a observar. ¿Observar qué? Cualquier cosa.
Los rostros de la gente, las formas de los árboles, un pájaro que vuela, un
montón de piedras, observen el crecimiento del césped. pónganse en contacto con
las cosas, mírenlas. Entonces podrán tener la esperanza de liberarse
de esos patrones rígidos que todos nos hemos formado, de lo que nos han
impuesto nuestros pensamientos y nuestras palabras. Tendremos
la esperanza de ver. ¿Qué veremos? Eso que decidimos llamar realidad, lo
que está más allá de las palabras y los conceptos. Esto es
un ejercicio espiritual - relacionado con la espiritualidad - relacionado con
el hecho de liberarse de su jaula, de su prisión de conceptos y palabras.
Qué triste
si pasamos por la vida sin verla nunca con los ojos de un niño. Esto no
quiere decir que debamos descartar totalmente todos los conceptos; son muy
preciosos. Aunque empezamos sin ellos, los conceptos tienen una función muy
positiva. Gracias a ellos desarrollamos nuestra inteligencia. Nos invitan, no a
convertirnos en niños, sino a ser como niños. Tenemos que perder el estado
de inocencia y ser arrojados del paraíso; tenemos que
desarrollar un "yo" y un "mi" por medio de esos conceptos. Pero
tenemos que regresar al paraíso. Necesitamos ser redimidos de
nuevo. Necesitamos descartar al hombre viejo, la naturaleza vieja, el ego
condicionado, y regresar al estado del niño, pero sin ser un niño.
Cuando
comenzamos en la vida, miramos la realidad con asombro, pero no es el asombro
inteligente de los místicos; es el asombro informe del niño. El asombro muere y
lo reemplaza el aburrimiento, a medida que desarrollamos el lenguaje y las
palabras y los conceptos. entonces podremos tener la esperanza, si
somos afortunados, de regresar al asombro.
ANTHONY DE MELLO